Autentico terror
Está lo que pasa y lo que significa. Está que en un país como el nuestro, donde en un periodo de diez semanas han sido asesinadas diecinueve mujeres (las dos últimas este pasado viernes), a la campaña electoral se le olvida centrarse en el asunto, y el terrorismo machista no aparece allí ni siquiera bajo la abstracta forma de una estadística o un gráfico. Y tienen que morir cuatro mujeres el mismo día para que la campaña se despierte un poco y se ponga a denunciar esa lacra, esa barbarie de pronto lacerante, insoportable, pero que sin embargo se les había olvidado a los candidatos incluir entre sus prioridades electorales. Sobre la marcha, improvisadamente, tuvieron que hacer frente a ese descuido.
Si de algo estamos sobrados es de violencias, acosos y discriminaciones contra las mujeres
Y está el paraíso terrenal donde los vascos debemos de vivir, a juzgar por el retrato triunfalista que de Euskadi hace quien lo gobierna. Según la evaluación del PNV estamos rebosantes de buenos datos económicos y sociales. Pero en ese diagnóstico, entre otras llamativas ausencias, tampoco aparece la enfermedad mortal de la violencia de género, no se citan los miles de agresiones y de denuncias anuales, ni el hecho de que lejos de caducar con la edad o el cambio generacional, la violencia machista rejuvenece. Nos dice Emakunde que casi la mitad de las mujeres que denuncian maltrato en Euskadi tiene menos de 32 años; y el Ayuntamiento de Bilbao, que una cada cuatro mujeres que lo padecen en esa ciudad es menor de 25 años. "Las situaciones de violencia de género se detectan a edades cada vez más tempranas, ya desde la adolescencia" declaraba hace poco la concejala del área de Mujer y Desarrollo. Y creo que también conviene recordar aquí -por aquello de preguntarnos seriamente en qué país y en qué mundo vivimos-, un escalofriante informe de UGT, publicado hace ahora justo un año, según el cual "el 53% de las inmigrantes empleadas en el servicio doméstico en Euskadi ha sufrido acoso sexual en algún momento de su relación laboral". Considero lamentable que el sobrado balance que el PNV hace de nuestro país no señale que si de algo estamos sobrados es de violencias, acosos y discriminaciones contra las mujeres.
Y está la Conferencia Episcopal empeñada en ver al maligno en los nuevos modelos de familia, en lugar de denunciar rotunda y sistemáticamente el infierno que para muchas mujeres representa el modelo familiar tradicional; en lugar de combatir con firmeza y constancia la aberrante lógica de sumisión y miedo que el machismo sigue pretendiendo aplicar a las relaciones de pareja. En lugar -por qué no y teniendo en cuenta que algún católico habrá entre los agresores- de condenar a los asesinos de mujeres a la excomunión, institución ésta que a la Iglesia actual no creo que le resulte anticuada.
Está lo que pasa y lo que significa: que las muertes reales de mujeres siguen contando muy poco en nuestra sociedad; representando mucho menos que las muertes reales que causa el terrorismo etarra, mucho menos incluso que sus muertes simbólicas. Y mientras esto no cambie, mientras decir terrorismo de género sea sólo una manera de hablar; mientras no sea visto, analizado, rechazado, combatido por la sociedad como un auténtico terrorismo, seguiremos básicamente como estamos, en un sumar de asesinadas, que de vez cuando se volverá, como el pasado martes 26 de febrero, un multiplicarlas por cuatro.
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