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Columna
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La conquista de la autonomía

Los resultados electorales obligan a todos los partidos, incluso al que ha ganado, a sacar conclusiones. El contingente de votos que suman PSOE y PP, que han mantenido posiciones divergentes en asuntos muy importantes, reclama una reflexión sobre la necesidad de un acercamiento político de bloques. A estas alturas de la película solo los malévolos pueden sostener el paradigma de las dos Españas ideológicamente antagónicas.

El PSOE debe saber secuenciar adecuadamente la cascada de reformas sociales, dar tiempo a que puedan ser asimiladas e insertarlas en un contexto general en vez de ir por libre. El PP, por su parte, tiene que abandonar el catastrofismo y la táctica de que vale todo con tal de desgastar al Gobierno, y darse cuenta de que la mejor oposición es aquella que muestra su preparación para mandar. Es la sociedad en su conjunto la que les invita a hacer ese esfuerzo, pues el fin de la política ha de ser conciliar antes que separar.

El PSOE debe saber secuenciar adecuadamente la cascada de reformas sociales

Viene esto a cuento del título que encabeza este artículo, tomado del libro La esforzada conquista de la autonomía que Ceferino Díaz ha publicado recientemente como memoria de dos años de preautonomía donde las fuerzas políticas recorrieron caminos separados que, en su evolución posterior, confluyeron para alcanzar un autogobierno de primera división y una afirmación social de la autonomía.

Es un libro claro, atrayente, que viene como anillo al dedo, escrito por un protagonista principal tanto por el papel determinante que jugó en el socialismo gallego como por la documentación y memoria personal de la que dispone. Junto a él, Xaime Barreiro, Fausto Dopico, Pedro Rey, Anxo Teixeiro y, en menor medida, yo que andaba metido ya en las lides municipales, figurábamos en el grupo compostelano del Colectivo Socialista Galego, un centenar de militantes con nombres del relieve de González Laxe y Rodríguez Pardo, escindidos del PSG por no ver en la autodeterminación el camino apropiado para Galicia, en un momento en que se iniciaba el proceso de fusión de los partidos socialistas de España.

Intuíamos que galleguismo y socialdemocracia eran complementarios, que la socialdemocracia aportaría modernidad y solidaridad al galleguismo, y éste a aquella compromiso con un país de escaso peso económico pero con un gran potencial.

Refrendados ya los Estatutos de Cataluña y Euskadi, el gobierno de UCD, con cierta anuencia inicial del PSOE y con la pasividad del PNV, CiU y AP, que decidieron no votar en la comisión constitucional en la que se informaba el texto gallego, pensó que el ajuste del Estado de las Autonomías se tenía que producir a partir de Galicia.

El conjunto de las fuerzas autonomistas lo consideró inadmisible, y fue la posición fuerte y argumentada del PSdeG la que llevó al PSOE a votar en contra del recorte, expresado en un bajo nivel competencial y en una transitoria tercera decididamente jacobina. Entendíamos que la autonomía de Galicia y la del partido eran inseparables, sin perjuicio de la concertación de las políticas en la estructura federal del PSOE, ejerciendo la solidaridad en lugar de la discriminación, como era el caso.

Después de la aprobación en solitario por UCD, salta a la calle la protesta contra o aldraxe, para plasmarse luego en una reflexión común sobre la necesidad de modificar el texto estatutario, que aún no había sido refrendado, y en un encuentro en torno a los Pactos del Hostal, auspiciado por los puentes tendidos entre UCD y PSOE por personas fundamentales como Ramón Piñeiro.

En un almuerzo en la Rúa Nova, González Casanova y Joan Prats parieron la fórmula para devolver el texto a la comisión constitucional, que coincidía con la aportada por Solé Tura para el PCG. Se cierra el acuerdo y se produce el referéndum, con una participación baja que desencanta a todos y que auguraba un pobre inicio del proceso, pero que propició el encuentro de todas las fuerzas autonomistas.

Ceferino Díaz, en este libro coral que relata con estilo ágil y en un gallego genuino como memoria personal, pero no personalista, da voz a testigos significativos como Antonio Rosón, Anxo Guerreiro, Meilán Gil, Benxamín Casal, Xosé Luis Barreiro, Camilo Nogueira y tantos otros. Cuánto tiempo ha tenido que discurrir, cuántos cambios personales y políticos se han producido, para reencontrarnos hoy en torno a la autonomía: los constitucionalistas, los que no lo eran y los escépticos. En tiempos de reivindicación de la memoria, es necesario refrescar los recuerdos recientes para que una reforma del Estatuto parta del acuerdo y no de la discordia.

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