Fantasía casi clásica
Nacida en el año 2003 de los talentos combinados de la autora Holly Black y del escritor e ilustrador Tony DiTerlizzi, la serie de novelas Las crónicas de Spiderwick -integrada por cinco títulos principales y un expansivo ramillete de obras satélites- se presentó ante su público lector bajo la naturaleza de grata falsificación. Eran libros surgidos al amparo del contemporáneo boom de la literatura juvenil, pero que se disfrazaban de objeto encontrado, con unas ilustraciones y un trabajo de compaginación empeñados en crear el espejismo de obra historiada, antigua, engañosamente clásica. De un modo parecido, Las crónicas de Spiderwick -la adaptación / condensación cinematográfica de las cinco novelas principales- parece querer distanciarse, en sus modos y maneras, del grueso de películas que buscan, con cierta desesperación, postularse como la próxima franquicia rentable para ese sector del público: a pesar de sus abundantes -y, con frecuencia, espectaculares- efectos especiales, la película de Mark Waters tiene algo de película juvenil de las que ya no se estilan, de las que tenían cierta alma más allá de sus sinergias con el inevitable videojuego.
LAS CRÓNICAS DE SPIDERWICK
Dirección: Mark Waters.
Intérpretes: Freddie Highmore, Nick Nolte, David Strathairn, Joan Plowright.
Género: fantasía. Estados Unidos, 2008.
Duración: 107 minutos.
La historia se abre con acento gótico para cambiar de piel una vez mostradas sus cartas y formular una vehemente celebración de la visión fantástica: una familia rota llega a una vieja casa familiar que oculta un misterio entre sus paredes. El hallazgo de los cuadernos de notas de un antepasado desvelará que el nuevo entorno es la encrucijada entre dos mundos.
No sorprende encontrar el nombre de John Sayles en el equipo de guionistas: el comprometido cineasta quizás haya encontrado en este material ajeno algún punto de contacto con la imaginación fantástica que nutrió su notable y sobria El secreto de la isla de las focas (1994) o con el lúdico sentido del humor de sus años de formación en esa serie B que ya empezaba a entrar en la primera división. También podría argumentarse que el hecho de contribuir a la escritura de esta película no deja de ser un acto político por parte del autor de Matewan (1967): frente a tanta ficción juvenil aséptica y sin sustancia, Las crónicas de Spiderwick presenta un universo imaginario donde la luz y la sombra son algo más que texturas o efectos de luz.
En esta película recorrida por sapos bucaneros, un gigante polimórfico con voz y (a ratos) rasgos de Nick Nolte, duendes facundos, grifos, monstruos y hadas, el joven actor Freddie Highmore logra imponer su autoridad encarnando el doble papel de los dos contrastados protagonistas, los gemelos Jared y Simon Grace. Ningún espectador tendría que subestimar una película como ésta, capaz de reivindicar el descubrimiento y la aventura como eficaces instrumentos de seducción.
Babelia
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