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Las consecuencias del 9-M
Columna
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Fuera de la realidad

Días antes de las elecciones leí en Le Monde una entrevista con Sylvia Desazars de Montguilhard que llegó a inquietarme. Mantenía la entrevistada que, al margen de quien fuera a ganar las elecciones, los treinta gloriosos de España -1977-2007- se acaban y se nos avecina un futuro problemático. El pronóstico es todo lo discutible que pueden ser ese tipo de pronunciamientos, pero, con ser preocupante, no fue lo que más me inquietó de esa entrevista. Respondía Sylvia Desazars a una pregunta sobre nuestros problemas territoriales y comentaba cómo en 1984, hallándose ella en Estados Unidos, Zbignew Brzezinski le propuso dar un curso en la Universidad de Georgetown sobre un tema de política comparada con el siguiente contenido: El posfranquismo, el postitismo, igual escenario. Brzezinski sostenía que Yugoslavia iba a explotar y España también. Ella declinó la propuesta tras manifestar que eran casos distintos y apelar a la antigüedad de la nación española; sin embargo, concluye ante el entrevistador: "Veinticinco años después me digo si no era él quien tenía razón".

Lo que trato de destacar es otra cosa, la volubilidad de la realidad

Los temores de Sylvia Desazars respondían a una situación magnificada durante estos últimos cuatro años, y que fue sancionada internacionalmente tras la decisión del Gobierno español de no reconocer la independencia de Kosovo y de hacer patentes sus temores internos en la Declaración de la UE acerca de la secesión kosovar. No trato de juzgar esa decisión del Gobierno, que, al margen de las apelaciones a la legalidad internacional que le asistían, no hubiera podido actuar de otra forma si no quería que en plena campaña electoral le cayeran encima la oposición y la maquinaria de combate FAES, acusándole de vender la patria y agravando aún más si cabe la exposición internacional de nuestros conflictos. No, lo que trato de destacar es otra cosa, la volubilidad de la realidad, dado que el crédito que podían merecer las palabras de la señora Desazars días antes de nuestras elecciones parece haberse volatilizado cinco días después, hasta el extremo de que podemos aventurar que quizá Brzezinski no andaba desencaminado hace veinticinco años, pero que la señora Desazars se equivocaba hace cinco días y que lo hacía con veinticinco años de retraso. Todos los indicios kosovares de la política vasca y de la política catalana parecen haberse desplomado en un par de días, aunque en lo que seguramente sí tiene razón Sylvia Desazars es en la necesidad que plantea de reformar la Constitución de 1978 para que ofrezca una solución federal a nuestros problemas territoriales.

He de confesar que me fascina esta volubilidad de la realidad y cómo afecta a las palabras fijas con que tratamos de apresarla. Las vuelve arcaicas, remotas, y en la medida en que pretenden seguir siendo actuales las hace aproximarse al delirio. Lo estoy comprobando estos días postelectorales con algunas declaraciones de nuestros políticos. El secretario general de EA, por ejemplo, además de atribuir su fracaso a causas peregrinas, mantenía un discurso sobre la Consulta y sobre no sé que compromisos adquiridos que, si unos días antes aún poseía algún grado de coherencia, unos días después sonaba prehistórico, falto de adecuación a una realidad que se demudaba en puro fantasma.

Sin embargo, lo más cercano al delirio que he escuchado estos días han sido las palabras de los representantes de ANV. Carente su estrategia electoral del más mínimo grado de repercusión mediática, a diferencia de lo ocurrido en anteriores ocasiones, su hiperbólica descripción de lo que pretendían que fuera la realidad no es que resultara arcaica, parecía más bien la ocurrencia de un grupo de pirados. Conocemos bien ese discurso extemporáneo, y sabemos igualmente que puede ser actualizado y en qué circunstancias lo hace. No lo actualiza la realidad, lo actualiza el crimen. Un discurso cuya viabilidad está vinculada a un percutor debiera dar que pensar a quienes lo pronuncian. Lo que la realidad, en este caso sí, nos demuestra es que esa posibilidad es más que improbable.

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