McCain lanza en Florida su primer ataque
El republicano se vuelca en un Estado clave tras su candidatura
Hay muchas y poderosas razones por las que John McCain ha escogido Florida como la primera escala de su carrera electoral desde que el martes pasado conquistase oficialmente la candidatura del Partido Republicano a la presidencia de EE UU.
La primera de ellas tiene que ver con sus esfuerzos por conquistar los corazones de la base más conservadora del partido. Se vio claramente el jueves pasado en West Palm Beach. "Yo al principio era de Giuliani, luego de Mitt Romney, pero ahora soy un convencido seguidor de McCain", opinaba Jim Graham, un viejo republicano.
Graham, como otros tantos, discrepaba de las posiciones de McCain sobre la inmigración, el aborto o la tortura, más próximas a las de los demócratas que a las de la ortodoxia conservadora de los últimos años. McCain no era la primera opción de los republicanos de Florida. Pero, obligados por la rápida combustión de Rudy Giuliani y recelosos de las promesas fáciles de Romney, decidieron seguir su instinto práctico y eligieron al laureado piloto de la Armada.
El gobernador Charlie Crist es el favorito para completar el 'ticket'
"Lo más importante que hizo McCain para convencerles fue demostrar que se puede confiar en él y que puede ganar tanto a Barack Obama como a Hillary Clinton", asegura Ana Navarro, una de las responsables de la campaña del veterano senador en Florida. Fue su victoria en las primarias aquí, a finales de enero, la que definitivamente lo convirtió en el favorito a la candidatura y la que obligó a Giuliani a dejar la carrera y a ponerse del lado del ganador, ayudando así a la reunificación del partido.
Empezar su campaña oficial en Florida es, además, el reconocimiento a la importancia de este Estado en la lucha final para llegar a la Casa Blanca. Muchos lectores recordarán el largo recuento, papeleta a papeleta, que hace casi ocho años permitió a George Bush ser presidente tras derrotar a Al Gore en Florida.
Florida es, de los grandes Estados del país, el que más decisivamente oscila, junto con Ohio, a favor de demócratas o republicanos para darles a unos u otros la victoria. McCain sabe que tiene que ganar uno de esos dos Estados para ser presidente. Y, hoy por hoy, se ve con más posibilidades de hacerlo en Florida.
Y la tercera razón para distinguir a este territorio con su primera visita está relacionada con la más importante misión que McCain tiene que cumplir entre este momento y la convención republicana, a principios de septiembre: elegir un candidato a la vicepresidencia. El gobernador de Florida, Charlie Crist, una figura de gran popularidad aquí y de significativa influencia entre los republicanos en el conjunto de la nación, está hoy a la cabeza de la lista reducida de nombres que suenan como posibles compañeros de ticket.
De aspecto atractivo y dinámico, Chrarlie Crist, de 51 años, no sólo es mucho más joven que McCain -importante dato si se tiene en cuenta que, según una encuesta reciente, más del 40% del electorado considera que la edad del senador, que tendría 72 años al asumir la presidencia, es un factor que cuenta en la consideración de su voto-, sino que representa una de las esperanzas de futuro del Partido Republicano.
"Soy consciente de la importancia que Crist tuvo en mi victoria en las primarias de Florida y soy consciente también de la importancia que Florida tendrá en la victoria final", admitió McCain ante los periodistas en Naples. "Crist es un gran gobernador que puede servir a su país en distintos puestos", añadió.
Con Crist al lado, no sería fácil que a McCain se le escapase la victoria en este Estado. Los sondeos le otorgan la victoria aquí, tanto frente a Obama como frente a Clinton. En la totalidad del país, por el contrario, una encuesta publicada por The Washington Post pronosticaba una derrota de McCain por 12 puntos contra Obama y por seis contra Clinton.
Obviamente, es muy pronto como para sacar de esas encuestas más conclusiones que las de una simple tendencia. Pero McCain sabe que, pese a la guerra civil que libran los demócratas, él parte de atrás en esta carrera, lastrado por los ocho años de la Administración de Bush, y tendrá que recuperar mucho terreno para llegar primero.
Hace apenas seis meses, el columnista conservador Robert Novak escribía que nunca había conocido un Partido Republicano tan desmoralizado y derrotista como el de ese momento. Esta semana, sin embargo, un eufórico Bush les ofrecía unos pasitos de baile a los periodistas mientras esperaba a McCain en las escalinatas de la Casa Blanca para darle su bendición como nuevo patrón del conservadurismo.
A McCain no se le veía tan eufórico. Debía de pensar que las victorias emborrachan y nublan la mente, y que este triunfo suyo tan contundente en las primarias podía hacer olvidar a algunos de sus compañeros las desventajas con las que concurre a la campaña presidencial.
Todavía no se sabe en qué orden de importancia, pero McCain tiene dos enormes bolas atadas a sus tobillos: la economía y la guerra de Irak. Nunca el partido que ocupa la Casa Blanca en una etapa de recesión económica ha ganado las elecciones presidenciales. Estados Unidos no está formalmente en recesión, pero sí lo está en las cabezas de miles de personas que viven la crisis -el último mes fue el de mayor destrucción de empleo de los últimos cuatro años- y en las opiniones de expertos tan reputados como el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan.
La guerra de Irak no es hoy, ciertamente, la preocupación prioritaria que hasta hace poco tenían los norteamericanos, en cuanto que la situación militar sobre el terreno ha mejorado considerablemente. Pero no por ello ha dejado de ser una guerra impopular.
McCain ha expuesto hasta ahora noblemente sus opiniones sobre ese conflicto, hasta el punto de reconocer que prefería "perder una campaña a perder una guerra". Pero eso queda lejos. En estos momentos es ante el electorado el defensor de la guerra, el candidato que se ha comprometido a mantener las tropas allí el tiempo que sea necesario para garantizar la seguridad de EE UU.
La seguridad es el argumento imbatible de McCain. Mientras Clinton intenta ganar la candidatura demócrata con el argumento de que ella es la más preparada para manejar una crisis que afecte a la seguridad nacional, McCain la espera a la vuelta de la esquina (como espera a Obama) con las verdaderas credenciales de un héroe de guerra y una auténtica experiencia de más de dos décadas en el Senado.
Hasta que ese momento llegue, McCain recorre el país como los equipos que juegan torneos de verano. A su paso por Florida parecía casi un turista más. Se le veía casi rejuvenecido. Sin duda el espectáculo demócrata, con los dos contendientes despatarrados en su rincón, como dos boxeadores tras el asalto 14º, con las cejas abiertas y el rostro amoratado, resulta reconfortante para los republicanos. Pero McCain tendrá también que subir pronto al cuadrilátero y confiar en que el cuerpo le aguante.
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