Manos sucias
José Ramón Recalde sonaba ayer por la tarde fuerte, convencido de que la barbarie acabará pronto. Hace tiempo Manuel Vicent identificó la estupidez de la violencia con ese francotirador loco que se aposta en una montaña y sigue disparando para que la estupidez de la detonación prolongue su simpleza. Y Recalde, que sufrió un atentado del que salió vivo de milagro, ayer confiaba en su augurio: "ETA está acabada, pero aún no se ha dado cuenta". Y en esa locura de su estupidez sigue matando, como mataron los GRAPO cuando ya era una banda exangüe. En Euskadi, dice Recalde, esta ETA tiene el camino cerrado, "no pinta nada, le rechaza el pueblo".
A este hombre lo fuimos a ver en la primavera de 2006, a que nos enseñara su lugar favorito en su pueblo, San Sebastián. ETA había declarado un alto el fuego, y él podía transitar por donde quería, y aquello fue emocionante. Salió a la calle, desde un restaurante en el barrio viejo donostiarra, y este hombre al que la organización terrorista quiso matar el 14 de septiembre de 2000 enfiló hacia el puerto, se sentó en un noray y dejó que la vista se perdiera como si abrazara otra vez una vida con la que él y tantos otros soñaron.
Tiempo después, la barbarie sonó de nuevo (esta vez en la T-4 de Barajas) y sobre Euskadi y sobre él y sobre tantos voló otra vez la amenaza que ayer acabó con la vida de un ex concejal en Mondragón. Raimon tiene una canción, Del home miro sempre les mans, que contiene unos versos, "Manos de los que matan, sucias, manos finas de los que mandan matar", que resumen mejor que nada la dinámica en la que los terroristas han metido su engranaje: manos sucias de los que matan, manos finas de los que mandan matar. Cuando le recordé esos versos, Raimon me dijo ayer: "¡Joder! Vuelve la lógica del mal. La sinrazón. Esta cosa inexplicable, esta gente que dice 'aquí estamos, si no matamos no existimos'. Joder, es muy duro, muy doloroso".
Había llamado a Walter Haubrich, el periodista alemán que lleva aquí 40 años y que ha visto de todo. Quería que me contara cómo veía ahora el ánimo español, de cara a las elecciones del domingo. Luego tuvimos que tachar lo que dijo porque las manos sucias dañaron su reflexión, la dejaron obsoleta. "Horrible", me dijo Haubrich, "una noticia horrible". La de ETA ha sido su experiencia más negativa de España, pero él opina como Recalde: "Les queda muy poca gente".
Cuando apresaron al último comando, dice el periodista alemán, todos eran del mismo pueblo. "Ya no tienen a nadie, pero sigue dando latigazos". A mediodía la propaganda electoral se balanceaba con un viento difícil. Como si la breve primavera del fin de semana se hubiera ensangrentado con hielo.
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