Una residencia pública ahorra en comida para los ancianos
El centro madrileño quiere reutilizar el aceite y servir menos fruta y verdura
Este va a ser, en lo nutritivo, un año duro para los 300 mayores que viven en la residencia Manoteras, que gestiona en Madrid la Consejería de Familia y Asuntos Sociales de la Comunidad. La dirección ha ordenado un drástico recorte de costes que va directo al estómago de los residentes. A partir de ahora, según una nota interior fechada el pasado 25 de febrero, habrá que "limitar el consumo de verduras y frutas", "se tendrán que poner platos más baratos, sobre todo en las cenas", se comprará "carne de menor categoría para los guisos" y, en la cocina, "el aceite servirá para más frituras que las habituales".
Una nota ordena usar carne de menor calidad para los 300 residentes
La circular fue enviada desde la dirección de la residencia a todos sus empleados hace una semana. "Nota de Régimen Interior", decía en el encabezado. Y comenzaba un rosario de medidas "para reducir el consumo en algunos productos". La dirección las justifica en el documento por la necesidad de adoptar estas medidas ante el aumento de los precios de los alimentos "que muchos han subido más del IPC" y la optimización de los recursos económicos.
Pese a los recortes ordenados, la nota especifica que "se garantizará el aporte energético necesario" para los residentes, aunque deja claro que en el comedor y en la cocina "más vale que falte en lugar de que sobre". Juan José Araúzo López, director de la residencia desde hace casi 30 años, adoptó los recortes "para que se utilice bien el presupuesto", según defendió él mismo anoche antes de colgar de malas maneras el teléfono: "No tengo ganas de comentarle nada", afirmó, molesto.
Las tres páginas de la Nota Interior constituyen, según la literatura científica y los expertos consultados, un "despropósito de las buenas prácticas en la atención a las personas mayores", según Isabel Gimeno, especialista en nutrición de la Sociedad Española de Medicina General.
"Estas instrucciones", explica Gimeno, "desequilibran la dieta. Lo fundamental en personas mayores es una alimentación equilibrada y rica en fibras. Las frutas y verduras deben ocupar un lugar fundamental. Aportan mucha fibra y si se reduce su peso en la dieta, hay que aumentar el aporte calórico de otros alimentos menos aconsejables". En la nota se dice textualmente, además, que "de la fruta se pedirán las piezas más pequeñas".
Tampoco es recomendable la reutilización de aceites utilizados en la cocina, según Gimeno, ya que dan a los alimentos "una mayor proporción de grasas saturadas, lo que tiene un efecto negativo en la presión arterial y el sistema circulatorio". Otra medida cuestionable es la que apuesta por las carnes de "menor categoría", ya que habitualmente contienen más grasas que también afectan a la presión y la circulación.
La Comunidad de Madrid se mostró muy crítica con la decisión adoptada por el director. "Estamos asustados, él sabe de sobra que no puede tomar ese tipo de medidas porque todas las decisiones que tienen que ver con la alimentación de los ancianos tienen que pasar por el departamento médico en Gerencia en un año en que se ha aumentado el presupuesto un 5%", decía ayer Carlos Pérez, gerente del Servicio Regional de Bienestar Social de la Comunidad.
Desde la Consejería de Asuntos Sociales aseguraron ayer que "se iban a tomar las medidas más severas porque la falta cometida es muy grave", dijo Pérez. "Nuestra intención es cesarle".
Ayer por la tarde la residencia estaba tranquila, limpia y sus usuarios no se quejaban ni del trato recibido ni de la alimentación. Sin embargo, al menos cinco trabajadoras, ocultas en el anonimato, se quejaban de la falta de personal (una auxiliar para 45-60 ancianos por las noches, dos los fines de semana y tres entre semana) contaban las otras restricciones anunciadas: "En pañales, colonia, gel, galletas de la merienda". Algo que en teoría pagan con creces los ancianos que entregan a la Comunidad el 80% de su pensión.
Araúzo es el único de los directores de los 25 centros residenciales de mayores de la Comunidad que tiene su casa en el jardín de la propia residencia. Una casa de dos plantas, con aparcamiento incluido, en la que vive con su esposa y sus hijas, y, por supuesto, toda la familia come y cena de la residencia: "Baja con el coche desde su casa -a escasos 50 metros- y se lleva las bandejas", cuenta otra trabajadora.
Son también sonadas, dentro y fuera de la residencia (las recuerdan los vecinos del barrio), las fiestas privadas que montaba en los salones del centro: "Yo he visto correr bandejas con ostras y langostas", comentaba ayer una antigua trabajadora del centro.
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