_
_
_
_
El termómetro | ELECCIONES 2008 | Campaña electoral
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'No news, good news'

Pasó Zapatero y pasó Rajoy, y la vida siguió igual. Ni subió el pan, ni bajó la leche. El PNV pasa a menudo y tampoco sube el aceite. Pasará incluso el debate del próximo superlunes y tampoco bajarán las hortalizas. Pero, ciertamente, la campaña vive al vaivén de los debates, más o menos vistos por los ciudadanos pero que se antojan definitivos para saber quién ganará, presumiblemente, a los puntos, las próximas elecciones. Somos así, años y años sin debate, es decir con un único debate entre Aznar y Felipe González, y ahora que nos animamos pues vamos de dos en dos. Partido de ida y partido de vuelta, como en el fútbol.

Por en medio, por el centro del campo de cada día, pasan los mitines, las entrevistas como un balón suelto sin demasiada emoción. Decía Maradona que "llegar al área y no disparar a portería es como bailar con tu hermana". Aquí se dispara poco a portería y por eso se marcan pocos goles.

La precampaña fue tan potente en promesas preelectorales que, llegado el momento de saltar al campo, las ideas parecen haberse agotado. Con reafirmar el estilo de juego es suficiente. Es decir, el partido ya está visto. Presumiblemente, quedará uno a cero, aunque ya se lanzan mensajes de mayorías absolutas (habría que saber quién los difunde para saber qué se pretende) cuando hace cuatro días se hablaba de empate técnico.

Falta ciertamente el superlunes, y faltan las habituales encuestas de los domingos, a veces tan crípticas y con tantas interpretaciones posibles como el juicio de un discutible penalti. Las encuestas son algo así como la auditoría del estado de la cuestión, un trabajo apasionante que no sólo consiste en preguntar al respetable lo que le parece el partido sino que, además, hay que adivinar cuántos mienten cuando responden. Sí, nos gusta mentir en las encuesta o, para ser más exactos, no decir la verdad. No sé si lo hacemos por dudar o por molestar. Y al parecer se miente muchísimo al salir de votar. Esas encuestas a pie de urna son, por lo visto, todo un canto a la mentira, así que los sociólogos de esta cosa tienen que deducir a los tramposillos para sacar conclusiones.

Es decir, que pasados muchos días de campaña y un montonazo de precampaña, la única conclusión razonable es que quedan aún muchos más que discurrir con ese aire rutinario y cansino que siempre tienen estas cosas.

ETA, con sus bombas habituales, también cayó en la rutina; esta es una rutina negra de humo y amonal para intentar destruir las casas del pueblo, la del PSE y las de los vecinos de Derio. A pesar del ruido, del estruendo, del daño producido, el concejal de ANV no se enteró, no se le vio por la zona ni por el pleno extraordinario del Ayuntamiento. Tampoco se le espera y tampoco fue noticia.

La rutina es muestra de normalidad democrática, aunque no está de más un poco de ingenio, como todo en la vida. Mucho me temo que hasta el lunes seguirá el cielo gris y que tras las encuestas del domingo y los análisis del superlunes, quizás, alguien se sienta ganador y quizás otro se sienta perdido. Pero mientras tanto, todo se guía por el sabio consejo anglosajón: "No news, good news".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_