Ni un gesto de Roma en favor de la presidencia
Si los apoyos se miden en función de los gestos de Roma, el obispo Ricardo Blázquez (Villanueva del Campillo, Ávila, 1942) tiene muy difícil su reelección. Es el único presidente de una conferencia episcopal europea que no es cardenal o, al menos, arzobispo. Lo fueron sus predecesores desde la creación de este organismo por el Concilio Vaticano II, es decir, los cardenales Quiroga, Tarancón, Suquía y Rouco, y los arzobispos Morcillo, Díaz Merchán y Yanes.
Roma ha tenido ocasiones para demostrar un mínimo reconocimiento jerárquico a Blázquez. Durante su mandato quedaron libres los arzobispados de Navarra y Zaragoza, entre otros, pero Juan Pablo II y Benedicto XVI lo han relegado en favor de prelados más conservadores y combativos, confirmando así el reparo principal de los partidarios de Rouco a Blázquez: que es blando para afrontar en España una ofensiva laicista que Roma tacha desde hace tres años como "fundamentalista".
Es una clara anomalía que Blázquez aborde las votaciones como simple obispo. Pero podría volverse en contra de quienes la han provocado. Cada prelado es en su diócesis un pontífice, y el Papa el primus inter pares. No sería la primera vez que los obispos españoles hacen lo contrario de lo que les sugiere el pontífice romano, si creen que se ha cometido un desaire con su presidente.
Obispo era Blázquez cuando ganó en marzo de 2005 la presidencia, venciendo a rivales como el primado de Toledo, Antonio Cañizares, entonces arzobispo, que, con tres votos menos, hubo de conformarse con la vicepresidencia. Benedicto XVI lo hizo cardenal en la primera ocasión que tuvo tras ser elegido Papa. También ese nombramiento fue un aviso para Blázquez. Pero Cañizares ha perdido fuelle desde entonces. Su candidatura sólo tendría posibilidades si Rouco renunciase por edad o enfermedad. No se descartea esta hipótesis. Candidatos alternativos serían el arzobispo de Oviedo, el cántabro Carlos Osoro, o, más en la sombra, el cardenal de Barcelona, Lluis Martínez Sistach.
Todo -incluso las aspiraciones de Rouco- queda supeditado a una decisión condicionada por la estadística. Hasta ahora, sólo en una ocasión el presidente de la CEE ha sido apeado del cargo sin concederle un segundo mandato. Le ocurrió al cardenal Quiroga Palacios en 1969. Eran tiempos de tribulaciones especiales. Hacerlo ahora con Blázquez supondría una desautorización demasiado evidente a un estilo presidencial amable, y la toma de postura del episcopado en pleno por otro modelo de liderazgo, más combativo y abiertamente enfrentado al actual Gobierno.
Si finalmente resulta elegido el cardenal Rouco, sus partidarios manejan incluso la teoría de que esa elección, producida entre el 3 y el 5 de marzo, a más tardar, tendría su impacto en las votaciones que el día 9 van a decidir el nuevo Gobierno de España. Lo toman ya como una venganza a las críticas de Zapatero en público, que juzgaron como una injerencia en las elecciones episcopales. Algunos han señalado incluso que el cardenal de Madrid tiene pensado ya el discurso que pronunciaría antes de esas elecciones generales.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.