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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La derecha y los nacionalismos

He leído el excelente análisis del profesor Sánchez-Cuenca publicado en EL PAÍS sobre la estructura política del electorado español. En su artículo, en referencia a la posición de los partidos de derecha o de izquierda sobre los nacionalismos, dice textualmente: "La izquierda entiende que el sistema debe hacer todo el hueco que pueda a los nacionalismos, mientras que la derecha tiende en mayor medida a la confrontación".

Sin duda, la historia, y especialmente la historia reciente, tiene mucho que ver con estas diferentes posiciones, pero, en mi opinión, hay un componente práctico de índole electoral que ha jugado y juega un papel importante a la hora de definir la postura de la derecha española con relación a los nacionalismos.

En España, los dos partidos nacionalistas históricamente más importantes, Convergència i Unió en Cataluña y el Partido Nacionalista Vasco, son partidos de derechas con programas electorales casi gemelos del programa del Partido Popular, salvo en sus planteamientos autonómicos; por ello, a la hora de captar votos, PP, PNV y Convergència i Unió compiten fundamentalmente por el mismo electorado de derechas. Ello ha tenido y tiene dos efectos inducidos: por un lado, PNV y Convergència, para asegurar su éxito electoral, han reforzado sus planteamientos nacionalistas como principal o quizá único elemento diferenciador del programa del PP; además, han jugado el papel de víctimas del, según ellos, excesivo afán centralizador y anticatalán o antivasco del PP. Por otro, el Partido Popular, ante la dificultad de ganar los votos puramente nacionalistas, ha reforzado su mensaje crítico a las ambiciones autonomistas de los dos partidos y ha apelado indirectamente a la españolidad de los catalanes y vascos no nacionalistas.

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El resultado ha sido una radicalización de las posiciones nacionalistas y una confrontación creciente no beneficiosa para ninguna de las dos partes, y en ningún caso para España.

Sin duda, la resolución de los conflictos autonómicos es uno de los principales problemas con los que se enfrentará el próximo Gobierno de España.

En el caso vasco, el fin del terrorismo de ETA es un objetivo necesario e imprescindible. El éxito de la actuación policial, para lo que es fundamental la colaboración de Francia y de la sociedad vasca, es sin duda un elemento clave, pero pensar que se puede llegar a una solución definitiva sin diálogo es poco realista.

Confiemos en que, concluida la fanfarria del proceso electoral, la sensatez prevalezca. La gran pregunta es si tenemos líderes políticos con la visión y talla necesarias para afrontar el reto. Sólo el futuro lo dirá.

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