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Reportaje:

Los barcos van al cielo

La crisis pesquera reduce la flota de cerco de Barbate

El cielo de los barcos está en el fondo del mar. Bajo las aguas frente a Barbate (Cádiz, 22.000 habitantes) descansan muchos de los pesqueros que, tras años de faena, son hundidos para darles su muerte definitiva. Antes han sido desguazados. El hundimiento de cada embarcación funciona como el cierre de una empresa. Y Barbate se está acostumbrando a echar cerrojos a sus negocios navegantes sin que se abran nuevos. En la lista para pasar por el varadero hay nueve embarcaciones. Sólo tres de ellas serán sustituidas por nuevas. En el pueblo que llegó a tener más de 100 cerqueros, ahora están activos 29.

El Cabo Espartel va a morir viejo. Con 38 años de mar a sus espaldas. En los años 80 Antonio Vega heredó de su padre, que era patrón, su puesto en el barco. También decidió entrar como armador y compró el 25%. "Eran buenos tiempos. Había buena pesca y se hacía negocio", recuerda. En 2006 las ilusiones se agotaron. "Las cosas iban mal, con los otros dueños no nos pusimos de acuerdo en construir así que decidimos liquidar la tripulación y desguazar". Cada uno se buscó la vida a su manera. Vega es ahora patrón del Siempre Virgen de Regla, otro cerquero recién renovado con licencia para faenar en el Golfo de Cádiz y Marruecos. Tiene 36 años y es un chaval en medio de los habituales habitantes del puerto barbateño. "La mayoría tiene entre 45 y 50 años. Los jóvenes ya no quieren dedicarse a esto", admite.

"La mayoría tiene 45 o 50 años. Los jóvenes no quieren dedicarse a esto"

La falta de vocación marinera es causa y consecuencia de la crisis. Los barcos han dejado de ser un destino laboral apetecible. Tampoco es rentable. En la lonja de Barbate el pescado traído por los cerqueros locales compite con el llegado de Marruecos o el importado de Italia. Los precios caen al suelo como los ánimos de los pescadores. Ánimos que se tensionan cada vez que hay que llenar los tanques de combustible. "Aquí se enfadan todos los días", se lamenta Antonio Rodríguez Apolo, el responsable de la gasolinera del muelle. La ira de los armadores aumenta en paralelo al incremento del precio del gasoil. El litro alcanzó esta semana los 60'4 céntimos. "Es el máximo histórico. Nunca ha sido tan caro", reconoce Apolo. Hace cuatro años no superaba los 18 céntimos.

El Gobierno asume la crisis del sector. Hoy sábado la ministra Elena Espinosa tiene previsto reunirse con los pescadores de Barbate. Las administraciones han iniciado medidas que llevan a una reducción progresiva de la flota para intentar alcanzar la máxima competitividad.

Cabo Espartel, Cabo de Oros, La Prontitud, Atila, Pepillo, Los Perales, María Ruiz, Carmen Oliva y Cala. Es la lista que cuelga en el varadero de Barbate que dirige Francisco Rivera. "Llevo 42 años cotizados en la mar. 20 en este varadero y he visto morir 40 barcos", repasa. Esa muerte es todo un ritual. En sus instalaciones Rivera desmonta toda la maquinaria y elementos metálicos. Adiós al motor, las hélices, los tanques, el puente de mando y los restos de combustible. Cuando ya sólo queda la madera, otro pesquero, antiguo compañero de faena, lo arrastra hasta una zona frente a la costa indicada por Capitanía Marítima. Allí se le abre un vía al barco y se le echa grava para que se hunda rápido.

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Bajo el agua los cerqueros se convierten en arrecifes artificiales. "Ahí abajo no hay un cementerio de barcos. Hay un criadero de peces". Entre el pesimismo que reina en el muelle, la botella de Rivera está medio llena. "Hay unos barcos que se van, pero otros se están construyendo". Y cita el próximo bautizo del Nuevo La Prontitud, el Nuevo Pepillo y el Nuevo Atila. La experiencia de cuatro décadas las resume en una frase que suena casi bíblica. "Toda la vida de Dios el pez ha sido pez. Y hay que pescarlos con los barcos. La vida sigue".

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