Brasil y sus extremos
El país invitado a Arco este año tiene una de las escenas artísticas más vitales del mundo. Un centenar de creadores darán muestra de ello
No todo es color y alegría. También hay mucha introspección y melancolía, inmovilidad y repetición en el arte brasileño actual", afirma Moacir dos Anjos, comisario del programa de Brasil, país invitado este año en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, Arco, de Madrid. "Lo único que teníamos claro para Arco es que no queríamos reproducir los clichés de lo brasileño. ¿Cómo borrar esos clichés? Es algo que intento discutir a través de esta exposición que ofrece un panorama muy variado".
"Hay muchos artistas buenos en Brasil", continúa Dos Anjos. "Los suficientes como para que tengan un espacio privilegiado en ferias, colecciones y museos internacionales". Se han elegido un centenar de artistas brasileños y una treintena de galerías para dar muestra de la diversidad y vitalidad de un país que atrae cada vez más la atención dentro del mundo del arte. "La exposición conjunta de Brasil no se ha planteado como una colectiva, así es que no escogimos un tema común como título", asegura. "Lo que nos ha guiado es la calidad de los artistas y la diversidad del arte brasileño actual. Hay muchos jóvenes, pero también hay creadores de distintas generaciones. Procuramos que no sea la misma nómina que se ve con frecuencia en las otras ferias y en las bienales. Lo tomamos como una oportunidad para dar a conocer a buenos creadores brasileños que son poco conocidos en el exterior".
Brasil es un país de extremos y ésa es la dinámica que parece generar su perpetuo movimiento. Construcción sobre la destrucción. El arte brasileño se ha levantado una y otra vez cantando la ruina de lo que parecía más sólido, tanto en el mundo de las ideas como en el más apegado a la realidad de las grandes metrópolis. El poeta Mario de Andrade no dudó en calificar desde un principio como "esencialmente destructor" el movimiento modernista brasileño, que obtuvo su carta de identidad en febrero de 1922, con la Semana de Arte Moderno, en São Paulo. Una ruptura con las corrientes académicas y tradicionalistas que retomaba modelos de las vanguardias europeas con los fines de una renovación estética de tintes propios. Entre aquéllos destacaron los artistas Anita Malfatti o Emiliano di Cavalcanti. En 1928 Tarsila do Amaral inaugura para el arte el movimiento antropofágico con su cuadro Abaporu, nacido al calor de las ideas del manifiesto de otro escritor, Oswaldo de Andrade, en contra del colonialismo cultural. En los años treinta surgieron diversos grupos en Río de Janeiro y São Paulo, estableciéndose ya entre estas dos ciudades el toma y daca que persiste hasta ahora.
En los años cincuenta un nuevo impulso condicionado por las ansias de modernizar el país despunta en el mundo del arte a través de la creación de los museos de arte moderno en Río y São Paulo, además de la institución de la I Bienal de Arte de São Paulo (1951), que se convierte de inmediato en referencia del arte avanzado para el hemisferio sur. Es la época dorada de las corrientes abstractas, la de los grupos Noigambres y Ruptura, que desembocaría en la Exposición Nacional de Arte Concreto (1956), en São Paulo, con creadores determinantes como Lygia Clark, Hélio Oiticica, Amilcar de Castro o Lygia Pape. El arte figurativo no se sacude el desinterés hasta 1965, con la nueva figuración crítica que impone la exposición Opinião 65 (1965), en Río de Janeiro.
En los años setenta, en sintonía con la escena internacional, se desarrollan en Brasil expresiones no objetuales, acciones, happenings y arte conceptual. Entre ellos destacan los trabajos de Mira Schendel, y los de artistas de generaciones posteriores como Waltercio Caldas, Cildo Meireles, Arthur Barrio o Tunga, que llevan cada uno a su manera las nuevas corrientes.
Como en todo el mundo, las últimas dos décadas han roto el juego de las tendencias en beneficio de la investigación y propuestas individuales o de pequeños colectivos. Cada dos años el Museo de Arte Moderno (MAM) de São Paulo presenta una exposición con lo mejor del panorama plástico nacional. Buena parte de esos nombres figura en la nómina de los representados en la feria madrileña. Milton Marques con sus pequeños y excéntricos artilugios construidos con objetos de anticuario; Marcius Galan, que ensambla restos de mobiliario en instalaciones de ambición espacial; Barrão, que crea pequeños engendros o bromas monstruosas de porcelana barata; Rivane Neuenschwander, artista electrónica que es capaz de rescatar también mecanismos como la máquina de escribir modificándola para que escriba puntos y rayas o palabras invisibles, o Efraim Almeida, que se autorretrata como ente diminuto tallado en madera, son algunos de los que expusieron a finales de 2007 en la muestra del MAM titulada sintomáticamente Contraditório, una exposición que se podrá ver en Madrid, en las salas de Alcalá 31. Cultura de los restos y los escombros llevada al campo de lo simbólico. "No se trata tanto de los contenidos, sino de cómo se trabajan las informaciones, el acento", apunta Dos Anjos. "Cómo se tratan los símbolos. En el arte brasileño hay una tendencia a la simbolización. Muchos artistas muestran las marcas de determinadas condiciones de vida. En la exposición hay trabajos en los que destaca la improvisación, son frágiles y repetitivos como si pusieran obstáculos al visitante. Aluden a un país contradictorio, donde nada funciona como debería. Un país quebradizo y violento, con grandes desigualdades. No es que las obras vayan a representar todo esto, pero es lo que late en el fondo. Lo más interesante en el arte actual brasileño es el acontecimiento, las propuestas formales".
Los recién mencionados son, en su mayoría, unos desconocidos en la escena internacional. Pero otros nombres, como los de Ernesto Neto, Cildo Meireles, Vik Muniz, Rosângela Rennó, Adriana Varejão o Beatriz Milhazes, son habituales en las grandes convocatorias. Todos ellos estarán también en la feria madrileña, aunque algunos de los más relevantes irán fuera de la muestra oficial. "Son artistas muy conocidos y no había necesidad de incluirlos en la exposición. Ya estarán representados en otras galerías. En lugar de repetirlos quisimos poner otros", justifica Dos Anjos. "Es una apuesta. No es que los demás sean artistas de segunda categoría. Hemos intentado que haya un equilibrio".
Un equilibrio que cuenta con la exposición en los stands particulares de las galerías. "Hemos elegido 31 galerías brasileñas, la mayoría de ellas de São Paulo. El procedimiento para la selección ha sido inverso a lo que se acostumbra. Primero elegimos a los artistas y después, a partir de ellos, las galerías que los representan. Arco es una feria de galerías y son ellas las que deben hacer la presentación", aclara Dos Anjos. En una amplia visita en Brasil a casi una veintena de galerías invitadas a Arco, pudimos comprobar el interés por estar presentes este año en Madrid, junto al relato de sus desiguales experiencias en años anteriores.
Porque Arco invita Brasil cuando el arte brasileño empieza a volar por otros cielos comerciales. Las convocatorias de Art Basel, en Basilea y, sobre todo, en Miami, además de la londinense Frieze, con todo el impulso de lo más rompedor, han ganado terreno a la feria madrileña. "España es siempre España, pero en Miami se vende más", afirma Luisa Strina, una de las más influyentes galeristas brasileñas. "Ahí acuden compradores importantes de todo el mundo. El problema en Arco es que los coleccionistas españoles sólo compran a artistas españoles. A nosotros no nos compran particulares, sólo los museos. No se puede ir a una feria sólo con esas expectativas. Pero Arco está cambiando ahora, veremos qué es lo que pasa".
"Tuvimos que sacrificar Arco por Miami", dice Marcia Fortes, de la importante galería paulista Fortes Vilaça. "Fue difícil, la echo de menos. Por eso nos apetece mucho volver este año. Cada vez que fuimos vendimos una pieza al Reina Sofía. La de Madrid es una feria muy institucional, es una de sus ventajas. Comercialmente hay otras ferias mejores. En determinado momento se desvió el foco de atención sobre el coleccionismo para convertirse en un acontecimiento de la ciudad. En 2003 había tanta gente que algunos tocaban y hasta se daban cabezazos contra una obra de Ernesto Neto que exponíamos. Nos pedían postales. No es una feria de postales", sentencia. Reconoce que venden bastante, "pero hay demasiadas ferias y los artistas no dan abasto. No hay obra buena suficiente. Pero históricamente Arco ha sido importantísima para nosotros, fue nuestra puerta de entrada a Europa. No todos presumen de tanta fortuna. No pocos entre los que hoy retornan se fueron tras participar varios años sin vender prácticamente nada.
Las galerías de São Paulo y las de Río se tienen cierto recelo. Pero hay también algunas que tienden puentes entre ambas ciudades, sobre todo aquellas que ensayan nuevas fórmulas de actuación. Tres de ellas pueden servir como ejemplo. Leme es una galería en una zona semiindustrial de São Paulo, cuyo edificio fue diseñado sobre una servilleta por el arquitecto Paulo Mendes da Rocha, mientras tomaba unas cervezas con el galerista. Eduardo Leme fue coleccionista desde los 20 años. Dos décadas después decidió pasarse al negocio del arte. "No gano dinero, pierdo", admite. "Pero hago un trabajo que vale la pena para formar un mercado. Con precios reales, más baratos".
Para conseguirlo suele invitar a los artistas a pasar una temporada en el estudio que tiene para ello frente a la galería (ahora es también una sala de exposición para piezas pequeñas). "Los impuestos de importación para el arte en Brasil son carísimos, así es que los artistas vienen y hacen su obra aquí en el taller. Son todas Made in Brasil".
Vemelho también quiere aplicar esa fórmula. Mientras tanto, en otro local de mil metros cuadrados diseñado por el mismo arquitecto, se ha convertido en un foco de atracción para la joven escena del arte. La Vermelho, abierta en 2002, es una galería ejemplar en muchos sentidos. La fórmula de su éxito puede estar en la combinación del sentido lúdico y la eficacia de sus directores, Eduardo Brandão y Eliana Finkelstein. "Nos va bien con la galería. En São Paulo hay espacio para un proyecto como éste", dice Brandão. "El recinto de la galería atrae a los artistas plásticos, músicos, diseñadores y gente de moda. Le damos importancia a la interrelación de la cultura. No se puede ser tan elitista. Lo que nos distingue quizás es el dinamismo. Apenas vemos algo que nos interesa, le damos espacio de inmediato. Eso atrae a un público distinto del del arte. Ni siquiera hacemos invitaciones. El boca a boca funciona. La idea que sostenemos es la del diálogo y la discusión entre los artistas de diversas disciplinas. Las exposiciones pueden tener música e incluso gastronomía".
Es la primera vez que van a Arco y compartirán stand con una galería de Río, A Gentil Carioca, fundada por los artistas Ernesto Neto, Laura Lima y Marcio Botner. Neto y Lima son de los creadores brasileños más internacionales y están representados por otras galerías, pero su particular experiencia como galeristas les está resultando muy gratificante. Están en el centro mismo de la parte antigua de Río de Janeiro, al lado del mayor mercado al aire libre de América Latina "con árabes, judíos, una zona muy mestiza con muchos inmigrantes que viven en armonía", cuenta Botner.
Hacen frecuentemente intervenciones en el exterior del antiguo local para llevar el arte a la calle. La palabra educación sale a menudo a relucir dentro de su programa. Para Laura Lima, "es importante crear una fuerza de pensamiento". "Como artistas no estamos tras la barrera de la galería. Se cultiva la generosidad. Es un poco esquizofrénico, pero me gusta", reconoce. "Somos una generación en la que la competitividad nace de la admiración de otros artistas".
Para el llamado Proyecto Pared utilizan el alto muro que da a la esquina para encargar a artistas que hagan intervenciones, patrocinada cada una por un coleccionista. A veces, con pinturas y otras ha habido hasta literas colgadas, a las que se subían a dormir algunos sin techo. Algunas de estas acciones callejeras rompen los esquemas de los vecinos. En una ocasión cambiaron un signo de STOP, en el que ponía PARE, por PIRE, algo así como vuélvase loco. Cuenta Marcio Botner que "un día un vecino no aguantó más y nos increpó, llevándose las manos a la cabeza".
"¿Por qué hacen esto?', preguntó. 'Es arte', le dijimos. 'Pero, ¿para qué sirve el arte?'. '¡Para nada!', le respondimos", y lo dice soltando una carcajada. Tal vez la forma de romper el tópico sobre lo brasileño pase por el humor que esconde hasta su crítica social y su melancolía.
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