Sombras sobre nosotros
Desde mediados del pasado año las economías europeas y norteamericana están siendo sacudidas por sucesivas oleadas de noticias que ensombrecen las perspectivas de crecimiento económico. Aunque inicialmente se pensaba que las tensiones en el sector financiero generadas por las hipotecas subprime quedarían circunscritas a dicho sector, afectando tan sólo a un número reducido de entidades norteamericanas, pronto quedó claro que la crisis era mucho más amplia y repercutiría en el conjunto del sector bancario internacional. No obstante, en el peor escenario, además del sector financiero, el único sector de la economía real que se vería afectado sería la construcción. En todo caso, la desaceleración de su actividad permitiría un aterrizaje suave del mismo, desinflando la burbuja inmobiliaria que padecían algunos países, como España, reconduciendo la construcción residencial hacia una situación más normal y sostenible. A nivel agregado, la menor actividad de este sector se compensaría con la mayor actividad en otros, al tiempo que el consumo privado, la inversión productiva y las exportaciones reemplazarían a la construcción como motor de la actividad económica.
La autocomplacencia por los resultados pasados no vale. Hay que reconocer y afrontar los riesgos
Los mismos factores que operan en la economía mundial afectan a las familias y empresas vascas
Pues bien. Este escenario optimista ha saltado por los aires en las últimas semanas. Las turbulencias en el sector bancario internacional han contagiado al conjunto del sistema financiero, como lo muestra el reciente desplome de los índices bursátiles, con su consecuencia directa en forma de reducción de la riqueza financiera de las familias. El resultado es un descenso tanto de la inversión inmobiliaria como del consumo de las familias. Además, la crisis de los sectores financiero y de la construcción se empieza a trasladar a la industria y a los servicios, lo que impide hablar de problemas de índole sectorial.
Por tanto, ya no cabe hablar de una suave desaceleración, sino de una profunda desaceleración, cuando no de una recesión, que afecta al conjunto de las economías desarrolladas. El pasado 29 de enero, el Fondo Monetario Internacional vaticinaba un fuerte descenso en el crecimiento europeo y norteamericano: si las estimaciones de crecimiento para 2007 son el 2,2% para Estados Unidos y el 2,6% para la zona euro, las proyecciones de crecimiento anuales para el cuarto trimestre de 2008 son el 0,8% y el 1,3%, respectivamente. Asimismo, según un informe gubernamental publicado el 30 de enero, el crecimiento anual de la economía norteamericana en el cuarto trimestre de 2007 se desplomó hasta el 0,6%, la cifra más baja de los últimos cinco años y la mitad de la cifra prevista. Aunque este menor crecimiento tan sólo afecta a las economías desarrolladas, los informes más recientes de los organismos internacionales reconocen la posibilidad de que acabe por extenderse a las economías emergentes y en desarrollo.
En este escenario, la cuestión no es si la economía vasca se verá o no afectada, sino cuál será la dimensión del impacto tanto sobre la actividad y el crecimiento de la economía vasca como sobre el empleo. Las predicciones del Gobierno vasco publicadas la semana pasada planteaban un suave descenso del crecimiento de la economía de poco más de 0,5 puntos para el próximo año, con un aumento en la tasa de paro de apenas una décima.
Sin embargo, la velocidad a la que se suceden los últimos acontecimientos invalidan los supuestos sobre los que se elaboraron dichas proyecciones optimistas. El deterioro generalizado de la confianza y la incertidumbre creciente entre los agentes y mercados, fruto tanto del desconocimiento de la verdadera dimensión y efectos del freno al crecimiento económico como de la capacidad de las autoridades económicas para adoptar las medidas correctoras necesarias, hace que las más recientes proyecciones de crecimiento de las economías de nuestro entorno se estén revisando a la baja, lo que afecta negativamente a la economía vasca.
Nuestra economía es altamente dependiente del exterior, tanto del resto de España como del extranjero, principalmente de las economías europeas. Dos tercios de nuestro PIB se exportan al resto de España o al extranjero. Una menor actividad en estos ámbitos se traduce en menor producción en la economía vasca y en menor creación de empleo y mayor desempleo. Por otro lado, no hay que olvidar que los mismos factores que operan en el conjunto de la economía mundial (mayores tipos de interés, restricciones en el acceso al crédito, descenso del valor de la riqueza financiera e inmobiliaria, etc.) también afectan a las familias y empresas vascas, reduciendo su capacidad de gasto y, por tanto, la actividad económica.
Además, la intensa internacionalización de las empresas vascas ha supuesto que un alto número de ellas se haya implantado en el exterior para abastecer unos mercados, fundamentalmente europeos y norteamericanos, ahora en deterioro. Ello hace que el impacto de la recesión afecte tanto a la producción de estas empresas en Euskadi como a la actividad de sus filiales exteriores. Este elemento introduce nuevas fuentes de incertidumbre. Una menor actividad de estas filiales afectará a las empresas matrices vascas.
Dominique Strauss-Khan, director gerente del FMI, declaró el pasado día 30 que en las actuales circunstancias no hacer nada eleva los riesgos de tener peores resultados. De las medidas adoptadas por las autoridades económicas internacionales, pero también por las españolas y vascas, depende el futuro comportamiento de la economía de Euskadi. No es hora de la autocomplacencia por los resultados pasados, sino de reconocer y afrontar los riesgos ya existentes.
Jesús Ferreiro Aparicio es profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU).
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