"Todos estamos fascinados por los países emergentes"
Duerme poco, viaja mucho y conoce el negocio del lujo como pocos. Yves Carcelle entró en el grupo LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton, propietario de más de 60 marcas de prestigio, como director estratégico en 1989. Al poco tiempo, pasó a la dirección de Louis Vuitton y en 1998 desempeñó el cargo de presidente del Fashion Group del holding. Desde diciembre de 2002, ha recuperado su puesto a la cabeza de la marca emblema del grupo. A sus 59 años, Carcelle ha pasado más de 18 en la casa centenaria.
Pregunta. Muchos de los nuevos consumidores están en los países del Este, Asia y Oriente Próximo. ¿Los gustos son diferentes?
Respuesta. Está claro que cuando un país emergente se hace rico de repente crea disparidades sociales más grandes que, por ejemplo, en Europa. Además, el consumidor llamado aspirante es proporcionalmente más importante. Pero esto se corrige rápidamente. Los países que descubren el lujo y tienen actitudes, digamos, un poco de nuevo rico, en unos años se transforman. Por ejemplo, fuimos pioneros y abrimos la primera tienda en China en 1992, cuando la noción de lujo no tenía mucho eco allí. Ahora tenemos 18 tiendas, todas las revistas de glamour llegan al país y los gustos se sofistican muy rápidamente.
"La lucha contra la falsificación es permanente. Nunca la erradicaremos del todo, pero tenemos una sola política: tolerancia cero"
"Fuimos pioneros y abrimos la primera tienda en China en el año 1992, cuando la noción de lujo no tenía mucho eco allí"
P. ¿Cuál es la nueva China?
R. Las cosas son un poco diferentes. Entre las grandes zonas emergentes está Oriente Próximo, pero el lujo existe ya ahí desde hace varios años. Lo que pasa es que el barril de petróleo a 100 dólares trae una explosión de riqueza. Entonces, en 2008 abriremos en Doha, Qatar y Barhein y luego otro local en Dubai. Aprovechamos esta expansión, pero no se puede considerar que el lujo aparezca. De cierto modo, ocurre lo mismo con Rusia.
P. ¿Es decir?
R. Había una tradición del lujo, parada por 70 años de comunismo, y ha vuelto a penetrar hace unos cuantos años. Lo interesante es que el lujo ha estado concentrado en Moscú durante años y hoy la demanda se extiende a ciudades de provincias. De hecho, acabamos de abrir una tienda en San Petersburgo. Es un fenómeno que se ha producido también en China. En 1998, abrimos la primera ciudad de provincia china.
P. ¿Y qué piensa del mercado indio?
R. Es el último gran bloque emergente y es cierto que la India es una gran reserva de crecimiento. Tiene también una tradición de lujo, pero reservada a una ínfima minoría. El país ha pasado por años de socialismo, y la idea del lujo se ha reiniciado hace unos años. Además, la India había bloqueado la importación de productos de cuero hasta el año 2000, más o menos. Llegamos en 2003 y tuvimos que abrir en hoteles relativamente míticos. Pero el año que viene, en 2008, abrirán los primeros centros comerciales con productos de lujo. Estaremos con uno en Delhi y otro en Bengalor, una ciudad bastante sintomática de la nueva India.
P. ¿La nueva India?
R. Es una ciudad de jóvenes profesionales que han hecho carrera en las nuevas tecnologías, a menudo, han estudiado fuera, han vuelto y están creando un país liberado de sus pesos sociológicos. Pero el problema es que las estructuras del país no están adaptadas a un desarrollo rápido del lujo. Las autopistas y los aeropuertos son una pesadilla. Hay proyectos, pero el país está un poco paralizado por las coaliciones políticas. Y luego, pensamos siempre en los gigantes pero vemos que cada año nacen nuevos países emergentes.
P. ¿Cómo cuáles?
R. Abrimos ahora una tienda en Rumania, por ejemplo. No pensamos en este país, pero acaba de entrar en la Unión Europea y tiene un gran crecimiento económico. Luego está Vietnam, un dragón que ha tardado 10 años en seguir el modelo chino. Abrimos la primera tienda hace 10 años en Hanoi y acabamos de abrir en Ho Chi Min, una ciudad que está en pleno boom.
P. Tiene muchas aperturas de tiendas previstas...
R. Siempre hemos tenido un efecto perímetro que corresponde en torno al 3% de nuestro volumen de negocio. Cuando entré en esta casa teníamos 125 tiendas. Entonces bastaba con una decena de aperturas anuales. Hoy en día para tener el mismo efecto, cuando tenemos casi 400, hay que abrir una treintena de tiendas anuales.
P. ¿Y cómo está el negocio en Europa?
R. Lo que es sorprendente en el lujo, es que todos estamos fascinado por los países emergentes. Pero lo que vemos es que en los países llamados maduros, Europa y Norteamérica, seguimos con un crecimiento de doble dígito. Y todavía tenemos oportunidades, o bien de apertura o de ampliaciones de tiendas, permitiendo también traer nuevas categorías de productos.
P. Para ser una marca tan conocida y reconocida como Louis Vuitton, son extremadamente activos en publicidad...
R. Cuando desarrollamos el prêt-à-porter, en 1997, nos pareció importante poner todo nuestro presupuesto en el aspecto moda. Luego llegamos a un punto en el que decidimos que era tiempo de comunicar en paralelo nuestros valores eternos, con personas como Mijaíl Gorbachov o Catherine Deneuve, que son iconos. Muestra bien el aspecto multifaceta de la marca.
P. La lucha contra la falsificación, ¿es inútil?
R. No, es una lucha permanente. No nos hacemos ilusiones, nunca lo erradicaremos del todo. Pero tenemos una sola política: tolerancia cero. En un mundo en el que no se respeta la propiedad intelectual no se puede crear. Gastamos entre 15 y 20 millones de euros cada año en investigación y a veces en acciones jurídicas.
P. ¿Qué pasó con la demanda a la página de subastas en Internet eBay?
R. Sigue en curso. Hemos hecho condenar a Google una primera vez y ahora estamos con eBay. Creemos mucho en las nuevas tecnologías, pero no es porque aparece una nueva tecnología que se pueden ignorar las reglas elementales de negocio. Si tiene una tienda es responsable de lo que vende en ella.
P. ¿Ha cuantificado el daño causado?
R. Es difícil, porque, seamos claros, alguien que ha probado un producto real luego no va a comprar uno falso. Si está enamorado de una marca no quiere que haya gente que la degrade. Entonces el coste es más de imagen que de ventas perdidas. Pero ese daño es colosal porque el lujo reposa sobre la imagen, si se destroza su imagen se destroza su negocio.
P. Hablando de lujo y de imagen, ¿cómo se mantiene el equilibrio entre la exclusividad y el crecimiento de la marca?
R. Cuando se está a la cabeza de una casa de lujo con éxito, quizás sea la cuestión más fundamental. Hay que gestionar esa paradoja del lujo porque la demanda va a seguir creciendo. Lo primero, es cuidando la calidad. Preferimos, en un momento dado, perder algunas ventas antes que hacer compromisos con la calidad.
P. ¿Y aparte de la calidad?
R. Somos la única casa de nuestro tamaño que controla enteramente su distribución. En España tenemos dos tiendas en Madrid, dos en Barcelona, una en Puerto Banús y una en Valencia. Espero que abramos en Bilbao y en Palma de Mallorca cuando encontremos el lugar adecuado, pero de momento hay seis puntos de venta para toda la población. Es de una exclusividad total. Luego está la creatividad y la capacidad de ofrecer productos a medida. Y somos los únicos que nunca hacemos rebajas. Eso también es lujo. Un objeto Vuitton tiene un precio, es su precio justo y lo será siempre.
De la marroquinería al lujo completo
Louis Vuitton abandonó Anchay, en la montaña del Jura, cerca de la frontera franco-suiza y recorrió a pie el camino hasta París para probar suerte. Abrió su primer local de marroquinería en 1854 y un taller en las afueras de la capital francesa, en Asnière, en 1859. Allí se fabrican ahora los pedidos especiales. La casa, sinónimo de lujo, ha creado diseños y formas de bolsos míticos que se siguen comercializando.
El famoso estampado Monograma existe desde 1896, la lona Damier desde 1888 y el bolso Keepall, que acompaña al último mandatario soviético Mijaíl Gorbachov en la actual campaña publicitaria, de 1924. "Hay que tener 153 años de historia para tener puntos de referencia que tienen 50, 100, 120 años", señala Yves Carcelle, actual presidente de la empresa.
La ruptura estratégica vino en 1997, con la incorporación de Marc Jacobs y el lanzamiento de la línea de prêt-à-porter. "En ese momento, estimamos que teníamos consolidada de forma lo suficientemente fuerte nuestra postura como líderes en viaje y marroquinería para pasar a la etapa siguiente y convertirnos en el líder mundial del lujo", explica Carcelle. "Firmé yo mismo el bon de commande de la primera máquina de coser para prêt-à-porter, y cuando la trajimos todo el mundo vino a ver cómo era", recuerda. Desde entonces, la firma ha lanzado modelos de zapatos, relojes, joyería y gafas.
En 1983, Louis Vuitton unió su nombre al de la Copa América, creando una competición previa en la que se decidía que el Challenger se enfrentaría al Defender, convirtiendo así un evento de especialistas de la vela en una saga mundial. "Le pusimos la pasión que le ponemos a todo lo que hacemos, así como nuestra capacidad de comunicar mundialmente", señala Carcelle. Tras la competición, que se celebró este verano en Valencia, la firma anunció que se retiraba del evento. "El conjunto de la gestión no fue conforme a los valores que estimamos eran los de la Copa América y preferimos retirarnos", explica el presidente de la marca. "Pero creo que las historias bonitas siempre vuelven a nacer y que tarde o temprano volverá a nacer", afirma.
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