Segovia levanta una carpa de circo para el arte español
Payasos y saltimbanquis inspiran a los creadores reunidos en el Esteban Vicente
Fascinante y repelente, escenario de belleza y fealdad en el que el ser humano puede ser héroe o patán. Las contradicciones del circo han sido, desde que naciera como espectáculo de masas, un lugar que artistas de todas las épocas y estilos han visitado.
A diferencia de Francia, donde el circo como temática se había asentado ya en las últimas décadas del siglo XIX en obras maestras de Degas (Miss La La en el circo Fernando), Renoir (Acróbatas en el circo Fernando) o Toulouse-Lautrec, en España hubo que esperar a que la I Guerra Mundial forzara el exilio de las grandes familias circenses para que se incorporara como inspiración entre los artistas.
"Es una metáfora de la condición humana", dice el comisario
El Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia recoge desde hoy esa influencia en la muestra El circo en el arte español. "Es el circo un espectáculo eminentemente moderno, surgido a la par que la industrialización y que representa, en una sociedad sometida a la productividad y al racionalismo, la dosis imprescindible de libertad, fantasía y locura", asegura el comisario de la exposición, Raúl Eguizábal, catedrático de Ciencias de la Información, en el texto que encabeza el catálogo. "Era, pues, imposible que pintores y artistas no se sintiesen atraídos por la galería de personajes extraños, por el despliegue de ocurrencia y desvarío, por el colorido". El universo del circo es, según Eguizábal, "una metáfora de la condición humana, de lo sublime y también de lo miserable".
Pero también hay otro motivo para la fascinación de los creadores por este espectáculo. "El artista se identifica con el arlequín, los saltimbanquis, los trapecistas... porque están en los límites, son outsiders, porque pasan de la gloria a la soledad y encarnan esa vida difícil, a veces sin reconocimiento, como si tuvieran que cumplir con un destino", señalaba ayer Ana Martínez de Aguilar, directora del museo segoviano.
La carpa como arquitectura de un espectáculo efímero, la introspección del artista nómada, el desafío físico de malabaristas y trapecistas, los personajes monstruosos que provocan al tiempo rechazo y maravilla... Los temas, aun repetidos, parecen no agotarse, como si rejuvenecieran, década tras década, en el reconocimiento de la vida en la pista de un circo.
El recorrido de la exposición empieza de forma testimonial con dos grabados de Goya (Otras leyes para el pueblo y Una reina del circo, ambos de 1816-1823), para adentrarse después en las décadas de las vanguardias del pasado siglo. Aquí está Picasso (con nueve grabados), Juan Gris (Arlequín con violín), Gutiérrez Solana (Clown y Payasos) o Daniel Vázquez Díaz (Los saltimbanquis y Director Sr. Calvo y mozos de pista del Circo Price).
El realismo y la abstracción de los años cincuenta y sesenta están representados, entre otros, por Benjamín Palencia, Modest Cuixart o Guinovart. Pero también los creadores españoles más actuales siguen encontrando en el circo materia de exploración. Ángel Mateo Charris (El arte del acoplamiento -tríptico-, Payaso), Chema Cobo (Look, Idiota pero no inocente), Dis Berlín (El mago y su hija) o Juan Muñoz con su escultura Figure hanging from one foot (Figura colgando de un pie) aportan la visión más contemporánea del siglo XXI. Una visión que también han recogido fotógrafos como Alberto García-Alix, Isabel Muñoz o Cristina García Rodero.
Babelia
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