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El patrón relata que una vía de agua inundó la sala de máquinas del 'Cordero'

El temporal pudo despojar a los desaparecidos de su chaleco salvavidas

Continúan, sin resultados, las intensas batidas por tierra y mar en busca de los cuatro marineros desaparecidos en el naufragio del Cordero: los ribeirenses Alberto Otero González y José Alfonso Sotelo y los indonesios Slamet Hermanto y Rudiyanto Wayudi. En el hospital Juan Canalejo de A Coruña sigue recuperándose el patrón del pesquero, Marcos Ures García, quien confirmó ayer al armador que el barco sufrió "un fuerte impacto" y una vía de agua que, al inundar la sala de maquinas, causó el rápido hundimiento del arrastrero, uno de los más grandes de la flota de Ribeira (A Coruña).

El patrón defiende las condiciones laborales de los marineros

El relato a cuentagotas de los tres supervivientes del naufragio, que declararán el lunes ante Capitanía Marítima para la investigación abierta de oficio, parece descartar la posibilidad de que un golpe de mar, en una noche de fuertes vientos y olas de entre seis y siete metros, hundiese al pesquero, que yace ahora a 320 metros de profundidad a unas 20 millas de Cabo Prioriño, frente a la costa ferrolana. El armador especula con que fue un contenedor o un tronco de los muchos que están a la deriva en alta mar lo que golpeó y rompió el casco del Cordero.

Su joven patrón, de 29 años, explicó que en la madrugada del martes, sobre las dos y media, cuando regresaban hacia el puerto de A Coruña, con las redes de arrastre recogidas y a velocidad reducida de cinco a seis nudos, de pronto se oyó un golpe fuerte y se inundó de inmediato la sala de máquinas, a la vez que saltaron las luces de emergencia. Ures ayudó al engrasador, José Alfonso Sotelo -uno de los cuatro desaparecidos-, a salir de la sala, dada la fuerza con la que entró el agua en su interior. Ya en cubierta y al ver que el barco se iba a pique, los ocho tripulantes del pesquero se enfundaron los chalecos salvavidas y, como perdieron la única balsa que lograron activar, saltaron al mar todos juntos y con las manos enlazadas, con el fin de permanecer a flote, en medio de un océano endemoniado, lo más cerca unos de otros hasta la llegada de los equipos de rescate.

Uno de los marineros, desfallecido por el cansancio y el frío, se escapó del ruedo y fue recuperado por el patrón. Cuando llegaron una hora después los barcos de Salvamento Marítimo y el pesquero Plaia de Esteiro, sólo pudieron rescatar a tres de los ocho hombres, dado que ya empezaba a arreciar con fuerza un temporal que alcanzaría su plenitud sobre el mediodía. Se avistaron más cuerpos sin vida pero fue imposible atraparlos.

El director general de Marina Mercante, Felipe Martínez, confirmó ayer que es muy probable que el temporal, que obligó a suspender el primer día el rescate tras encontrar sólo el cadáver de unos de los cinco desaparecidos, haya arrancado alguno de los chalecos salvavidas, lo que explicaría que aún no haya rastro de los otros marineros. Sonriente y totalmente recuperado tras ser rescatado, casi moribundo, al joven Hendra Hermawan, de 25 años, se le hace imposible hablar de aquella fatídica noche. "Está aún bajo un fuerte shock", le excusa uno de los dos representantes de la Embajada de Indonesia en Madrid.

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Hermawan apenas balbucea algunas palabras de castellano. Él y Rudiyanto, de 29 años, están solteros mientras que Slamet, el otro indonesio del Cordero desaparecido, tiene 39 años y dejó en Indonesia una esposa y dos hijos de corta edad. Cuando se le pregunta a sus compañeros de piso si, tras lo ocurrido, temen los temporales, alzan los hombros y sonríen. "Puede pasar a todo el mundo", contesta uno de los indonesios.

El armador del Cordero, José María Santiago, defendió ayer las condiciones laborales de los marineros enrolados, que cobran, afirma, un salario fijo mensual de 770 euros netos, salgan o no a faenar. "Duermen a bordo cuando quieren, se les paga aparte manutención, comida, ropa, calzado y tabaco así como un billete de ida y vuelta al año a Indonesia", afirma Santiago.

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