Clinton y Obama firman una tregua
El enfrentamiento perjudicaba sus posibilidades presidenciales
Hillary Clinton y Barack Obama han firmado una tregua en un duelo feroz que estaba empezando a dañar las opciones electorales de ambos. Después de varios días de duro combate cruzado, el último debate entre los candidatos demócratas, celebrado en la noche del martes en Las Vegas (Estado de Nevada), sirvió para que los dos aspirantes presidenciales aparecieran ante el público como dos hermanos arrepentidos de sus excesos dialécticos.
"En el Partido Demócrata somos todos una familia", afirmó Hillary Clinton en uno de los muchos momentos del debate en los que ella y Obama decían coincidir sobre diferentes asuntos.
Ambos candidatos mantienen una pugna feroz por el voto negro del sur
No es por poner en duda lo que los políticos dicen en campaña, pero si esto es una familia, van a tener razón los que ven en peligro el futuro de esa institución.
Casi a la misma hora en la que Clinton y Obama firmaban su tregua, el marido de la candidata, Bill Clinton, pronunciaba un discurso en Nevada en el que denunciaba que, al menos en ese Estado, donde el senador negro ha recibido el apoyo del principal sindicato de hostelería, "el establishment está con el y los insurgentes están con ella".
Dentro de la cortesía del debate en Las Vegas, Hillary Clinton no perdió la oportunidad de destacar su experiencia y sus cualidades como gestora sobre la visionaria oferta de su contrincante, que había defendido que su labor como presidente sería la de reunificar el país y marcar el rumbo, no ocuparse de la burocracia. "Yo creo que ser presidente es como ser consejero delegado", contestó Clinton. "Respeto lo que Barack dice sobre la visión, el tono y la reconciliación, pero creo que hay que ser capaz de administrar la burocracia".
Clinton se anticipó a las críticas por su respaldo inicial a la guerra de Irak e invitó a Obama a "trabajar juntos" para traer a las tropas a casa lo antes posible. Ambos abordaron también con propuestas similares la situación económica, que ha pasado a ser la preocupación número uno de los electores por el riesgo de una recesión.
Pero lo más destacado del debate -el primero con sólo tres participantes: John Edwards y los dos favoritos- fue el esfuerzo de conciliación hecho por todos. Clinton se disculpó por alguna salida de tono de su marido, que llamó a Obama "un cuento de hadas", y por la intervención de uno de sus más poderosos colaboradores, el fundador de Black Entertainment Television, Robert Johnson, que criticó que Obama hubiera fumado hierba en su juventud. "Todos tenemos apasionados y a veces incontrolables apoyos", dijo Clinton.
Obama, por su parte, lamentó el hecho de que su equipo de campaña hubiera interpretado maliciosamente una declaración de Hillary Clinton en la que afirmaba que el sueño de Martin Luther King jamás se hubiera cumplido si un presidente como Lyndon Johnson no lo hubiera hecho posible.
"Es mi responsabilidad asegurarme de que esta campaña mantiene el tono adecuado y me tomo esa responsabilidad muy en serio", manifestó Obama, que también se quejó de que sus colaboradores digan, a veces, cosas que él mismo no piensa.Cuesta creer, no obstante, que todos estos enfrentamientos sean sólo el producto de unos cuantos colaboradores -entre ellos un ex presidente- con exceso de entusiasmo. Clinton y Obama mantienen una pugna feroz por el voto negro en Carolina del Sur, donde se celebran las primarias el próximo día 26, por el voto sindical en Nevada (el día 19) y por el voto general de cara a un megamartes (5 de febrero) en el que ambos se juegan la vida.
Tanto se juegan, que no han tenido miramiento en explotar las presuntas debilidades del contrario. El problema es que, al hacerlo, han dejado también en evidencia esas debilidades ante los electores y han comprometido las posibilidades de ambos de cara a la victoria final en las presidenciales de noviembre.Cuando Obama y Clinton discuten sobre Martin Luther King, Lyndon Johnson o quien defiende mejor a los negros o a las mujeres están, por un lado, separándose de los votantes blancos centristas que tenían precisamente reservas sobre el sexo y la raza de los candidatos demócratas. Y están también alejándose del electorado mayoritario que no está hoy pensando en Johnson sino en el desempleo.
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