De una vez por todas

"La Primera Sede por nadie puede ser juzgada", reza el canon 1404 del actual Código de Derecho Canónico. Toda persona que analice desde un punto de vista objetivo un sistema democrático reconoce rápidamente una de sus características principales: todos los órganos de decisión tienen limitado y controlado su poder, y se dotan de instrumentos para esa tarea.

Cuando la Iglesia católica, con una hipocresía intolerable, pone sobre la mesa las deficiencias democráticas que a su juicio existen en España, no está sino escurriendo el bulto para no afrontar sus propias carencias democráticas en multitud de ámbitos. Acogiéndonos a sus propias normas, sólo ella tiene el derecho de juzgar siguiendo sus propios criterios, mientras que La Primera Sede, es decir, el Vaticano, ni siquiera asume el Imperio de la Ley del Derecho Internacional.

Es posible que sea inevitable que la Iglesia católica pueda ser juzgada, pero es también una realidad manifiesta que es imprescindible no dar ni un solo paso hacia atrás en los derechos civiles tan duramente conquistados, y afrontar con valentía reformas políticas y sociales que pongan a cada uno en su sitio, de una vez por todas. Quien arremete contra los sistemas democráticos no puede evitar que la democracia utilice sus propios mecanismos para defenderse.