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Mimar la costra

Según era de prever al no tratarse de un exabrupto improvisado ni del fruto de un calentón, las ya célebres declaraciones del diputado socialista Joan Ferran sobre la necesidad de arrancar de TV-3 y Catalunya Ràdio cierta "costra nacionalista", esas declaraciones no fueron objeto, por parte de su autor, de rectificación alguna. Al contrario, el parlamentario se ratificó en ellas e incluso las elevó al rango de doctrina general del PSC: "El fondo de lo que estoy planteando", declaró a El Mundo el 14 de diciembre, "es compartido por el 99% de mis compañeros". Algunos de éstos lo corroboraron, y ninguno lo desmintió, al menos de forma audible. Así quedaron las cosas en vísperas del paréntesis navideño.

En las actuales circunstancias el PSC debería mimar esa supuesta "costra nacionalista" a que aludió Joan Ferran

A lo largo de dicho paréntesis, con todo, se han producido algunas novedades. No me refiero ahora al sorpresivo anuncio de ayer sobre la nueva cúpula rectora de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, que tiempo habrá de analizar con calma. Hablo de expectativas y previsiones pre y poselectorales, que es definitivamente lo que más pesa en este negocio de la política.

La primera de dichas novedades la hizo pública EL PAÍS la víspera de Navidad, bajo el siguiente titular: Informes de La Moncloa aconsejan al PSC acentuar su perfil catalanista. En efecto, el brain trust demoscópico de Presidencia del Gobierno ha constatado lo mismo que ya habían establecido diversos sondeos del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) de la Generalitat y la misma historia política catalana desde 1977: en momentos de máxima movilización electoral como son las elecciones generales, las ininterrumpidas victorias del socialismo catalán descansan sobre dos pilares de desigual grosor; el 75-80% de sus votantes podrían definirse como identitariamente españoles, lingüísticamente castellanohablantes y territorialmente metropolitanos, los arrastra una dinámica de alcance estatal (llámese efecto Felipe o efecto Zapatero), ven Antena 3 o Tele 5, y sólo se repliegan un poco hacia la abstención cuando la imagen del PSOE aparece muy, muy castigada, verbigracia en 1996 y en 2000.

Pero el PSC recoge también en las generales otro 20-25% de voto útil anti-PP que, con idéntico esquematismo al del párrafo anterior, cabe conceptuar como de sentimentalidad catalana, catalanohablante y mesocrático. Es a este "electorado acomodado y catalanista" -más volátil, cuya decisión de voto es mucho menos automática- al que los sociólogos de La Moncloa sugieren cuidar especialmente, para retenerlo, porque de él pueden depender tres o cuatro escaños cruciales. Y bien, ¿cuáles son los medios audiovisuales de referencia para este segmento sociocultural?: TV-3 y Catalunya Ràdio. ¿Cuáles son sus comunicadores de cabecera?: Josep Cuní, Antoni Bassas, Mònica Terribas...; aquellos a los que el diputado Ferran tachó -sin citarlos- de ser "gurús mediáticos", de "arengar", de "usar las emisoras como su púlpito particular".

La pasada quincena festiva ha aportado también otras referencias interesantes. Por ejemplo, el anuncio de Rodríguez Zapatero, en su última rueda de prensa de 2007, de apostar por los pactos estables con Convergència i Unió (CiU) y el Partido Nacionalista Vasco (PNV) para la gobernación de España, en caso de que los socialistas revaliden su mayoría relativa el próximo 9 de marzo. Resulta obvio que una revelación tan clara y tan innecesariamente prematura no es inocente, y nadie sabe a día de hoy qué consecuencias tendría la realización de ese designio sobre la política interior catalana. Pero, en todo caso, ¿alguien imagina que la estrategia de seducción desplegada por el presidente Zapatero alrededor de CiU pueda ser compatible con cualquier forma de purga, apartamiento o golpe de timón, en la radiotelevisión pública catalana, contra quienes -siempre en palabras de Joan Ferran- se dedican a "hacer proselitismo soberanista" y a "construir patrias"?

José Luis Rodríguez Zapatero parece haber comprendido mucho mejor que algunos de sus correligionarios catalanes que la hegemonía histórica y presente del PSC en Cataluña no tiene una base ideológica, sino sociológica: es el partido que mejor ha sabido cabalgar en equilibrio sobre los dos grandes hemisferios identitarios de este país. Mientras que el Partido Popular, en su afán por aparecer como el defensor insobornable de uno de tales hemisferios, agrede sistemáticamente los sentimientos del otro, el socialismo catalán ha sido lo bastante hábil, polisémico y adaptable a la realidad para ser a la vez el partido de los Obiols y los Martín Toval, de los Corbacho y los Nadal, de los Maragall y los Montilla; para entender que el nacionalismo podía ser un adversario correoso o un aliado incómodo, nunca un enemigo. ¿Alguien sensato sería capaz de echar a perder semejante patrimonio?

En las actuales circunstancias políticas catalanas (con Montilla, Carod y Saura gobernando a seis manos la Generalitat) y también españolas (mientras las encuestas y la economía asedian a Zapatero, y éste lanza requiebros a CiU), el PSC debería no ya respetar, sino mimar amorosamente esa supuesta "costra nacionalista" a que aludió Ferran. Si no por sentido de país, al menos por interés de partido: para no alienarse a los aliados presentes o futuros; y porque la "costra" de marras es la barrera profiláctica que impide al PP (salvo en 2000) crecer aquí por encima del 20% de los votos. En cuanto a quienes, como el amigo Joan Ferran, además de mandar, y administrar, y gestionar casi en todas partes, quisieran ejercer un predominio intelectual, cultural y mediático aún más acusado que el que ya ejercen, será bueno recordarles que, como dice la sabiduría popular, La avaricia rompe el saco.

Joan B. Culla i Clarà es historiador

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