Consumismo feroz
Ya terminaron las fiestas navideñas, a las que hemos convertido en un oropel superficial y vistoso de iluminaciones. Ya terminó el bombardeo publicitario de comidas y bebidas y los anuncios de "paz y prosperidad", todo envuelto en la niebla falsa de que "todo el mundo es bueno". Unas fiestas, cada vez más inconscientes y trivializadas por un consumismo feroz, exacerbando más si cabe el suplicio de Tántalo a que están condenadas muchas personas, las de una economía precaria, durante todo el año, en los llamados "países ricos".
En esos días se olvida totalmente la esperanza que nació en un pesebre, en la más absoluta pobreza, para la redención, en la justicia y solidaridad, del ser humano. Las sociedades avanzadas actuales están cada día más ensoberbecidas, sin asideros espirituales de ningún tipo, encenagadas en el materialismo más atroz, sin querer percatarse de que el ser humano es, tiene que ser, algo más que "podredumbre y cieno". No dejemos que las luces de Navidad nos alejen de la auténtica realidad y acartonen la esperanza y los buenos deseos de conseguir un mundo más justo.
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