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Una oportunidad para la modernidad

La fuerte sacudida que está significando la crisis de infraestructuras debe hacernos reaccionar y convertirla en una oportunidad para dar el salto del anteayer a la modernidad.

Cataluña ha tenido durante más de dos décadas gobiernos nacionalistas no caracterizados por priorizar las inversiones en infraestructuras y poco sensibilizados por territorios como el área metropolitana de Barcelona; valga como ejemplo la aprobación, al final de la última legislatura nacionalista, de la línea 9 del metro de Barcelona, adjudicada toda prisa, sin las mínimas garantías de fiabilidad, de plazos ni de proyectos ejecutivos bien definidos, con un presupuesto inversor que, como consecuencia de tanta torpeza, se ha disparado más del 50% respecto al inicialmente previsto.

Cataluña necesita empresarios capaces de asumir nuevos riesgos y poner en marcha proyectos de gran envergadura

Aquellos gobiernos tenían la prioridad del contenido identitario -respetable en una primera fase de recuperación nacional-, pero esa opción provocó un considerable retraso en comparación con las infraestructuras realizadas en otras comunidades y construyó una Administración pública más cercana a una red clientelar al servicio de la ideología gobernante que a una Administración potente, fiable y autónoma, lo que la hace, aún hoy, poco operativa para el triángulo propietario-constructor-dirección ejecutiva, motor de cualquier obra civil de envergadura, que sólo funciona con eficacia si el propietario-administración tiene capacidad para definir bien los proyectos ejecutivos y establecer los mecanismos adecuados para su control y seguimiento.

También pesan las responsabilidades del empresariado catalán y su escaso compromiso en la apuesta por invertir en el desarrollo de las infraestructuras. Un empresariado que fue paradigma de la revolución industrial en la España de los siglos XIX y XX, pero actualmente desorientado y con dificultades para interpretar o descodificar los nuevos códigos de la globalización. Una clase empresarial con una cierta tendencia a identificar al Estado como la causa de todos sus males y fuente de todas las soluciones.

Para entendernos: una Administración y un empresariado, que, podríamos decir, continúan actuando en clave analógica en un mundo digitalizado.

El cambio que hay que impulsar debe llevarnos a una nueva cultura de la movilidad, que priorice el transporte público, y a un nuevo modelo de cercanías ferroviarias, basado no sólo en inversiones compensatorias de la dejadez de décadas de abandono, sino en nuevos proyectos de infraestructura, como la línea orbital, el metro regional, repensar la línea 9 del metro de Barcelona, etcétera.

Es una excelente oportunidad para construir un nuevo modelo de movilidad sostenible, basado en la incorporación de las nuevas tecnologías aplicadas a las infraestructuras, al control ferroviario y al material móvil utilizado, y así garantizar frecuencias, seguridad y operatividad, con gestores de explotación inteligentes, que incorporen gradualmente sistemas de explotación automatizados.

Respecto al territorio metropolitano, exige soluciones ad-hoc, que tengan en cuenta su densidad demográfica, su saturación urbanística, los cambios en las motivaciones de los desplazamientos, sean por trabajo, ocio u otra causa. Es necesario un nuevo modelo que integre infraestructuras inteligentes, material móvil de última generación y gestión próxima, una gestión como la del COOB 92, que fue eficaz y eficiente porque actuó desde la proximidad y desde la unidad ejecutiva.

Y necesitamos un empresariado heredero de las mejores tradiciones industriales catalanas, capaz de agruparse para asumir nuevos riesgos y poner en marcha proyectos de gran envergadura, que apueste decididamente por la innovación y la internacionalización de nuestro tejido productivo, que dinamice nuevas actividades e iniciativas de alto valor añadido, apto para priorizar la empresa por encima, a veces, de los intereses inmediatos de los accionistas, y que se embarque en proyectos empresariales de largo alcance: en resumen, competente para interpretar y descodificar los códigos de -al decir de Thomas Friedman- "una Tierra cada vez más plana".

José Luis López Bulla fue secretario general de CC OO de Cataluña de 1976 a 1995, y Carles Navales es director de la revista La Factoría.

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