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Reportaje:

Vuelve Woody Allen

Agotadas las entradas para la gira que inicia mañana el cineasta en Barcelona con su banda de jazz

Se dice que Woody Allen no toca en los festivales de jazz porque les tiene miedo a los críticos: "No soy un verdadero músico de jazz, sólo un aficionado insistente", repite.

Si Allen Stewart Konigsberg es reacio a mostrarse en su calidad de excelente músico de jazz por una mera cuestión de prudencia, o por evitar comparaciones odiosas, no es cuestión que parezca importar a quienes han agotado las entradas puestas a la venta para escucharle durante su minigira española de año nuevo, que le traerá a Barcelona -mañana, día 1, en el Teatro del Liceo; en San Sebastián, el día 2, en el Kursaal; en A Coruña (concierto gratuito, organizado por la Fundación Barrié de la Maza), en el Teatro de la Ópera, el día 3; y, finalmente, en Santander, el día 4, en el Palacio de Festivales de Cantabria. Estos conciertos forman parte de la gira europea más extensa realizada por el cineasta neoyorquino, que visitará Bruselas, Luxemburgo, París -con dos shows en el Théatre du Chatelet-, Budapest, Atenas y Lisboa.

En sus actuaciones, el reciente autor de Vicky Cristina Barcelona estará acompañado por Conal Fowkes (piano), Gregory Cohen (contrabajo), John Gill (batería), Simon Wettenhall (trompeta) y Jerry Zigmont (trombón). Por vez primera, Allen viaja sin la compañía de su inseparable Eddy Davis, el, hasta ahora, director musical de la New Orleans Jazz Band, y su brazo derecho sobre el escenario tocando el banjo.

En cuanto "aficionado disciplinado" (apenas maneja los rudimentos del solfeo), el cineasta no admite la menor concesión en lo que tiene que ver con su pasatiempo y su pasión: interpretar el tipo de jazz tradicional que nadie, o muy pocos, tocan, salvo él. Algo que viene haciendo todos los lunes por la noche, desde 1971, primero en el Michael's Pub de la Calle 55, y, desde hace una década, en el Café Carlyle del hotel homónimo. Su actividad internacional como músico es, todavía, más reciente: algo más de una década desde la primera gira que le trajo a Europa. Poco antes, Allen había jurado que "nunca" abandonaría Nueva York para tocar el clarinete.

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