Inflexión
Un año de inflexión, es así como tendríamos que considerar al año que se nos va, este 2007 al que nada tengo que agradecer personalmente. Si, según el María Moliner, la inflexión es "la acción y el efecto de doblarse una línea o una cosa lineal en un punto", no nos cabe ninguna duda de que ese punto lo constituyó la bomba de la T-4, desdichada explosión de salida que marcó un antes y un después e inauguró la nueva fecha del calendario. Y si ese es el punto, va de sí cuál ha podido ser la línea que se ha doblado, esa que se inició el 11 de Marzo de 2004 y cuyas fatales consecuencias aún nos ha de costar remontarlas. Entre esas dos fechas, el 11-M y el 30-D, se rompe, más allá del consenso, cualquier vía de encuentro entre las dos fuerzas políticas que representan a la gran mayoría de los españoles. Recordemos que PP y PSOE han estado enfrentados en casi todo, no sólo en la política antiterrorista, y que de ese enfrentamiento no han salido indemnes algunos de los pilares de nuestro Estado.
La polarización extrema ha hecho que se instale el sectarismo entre nosotros
Resulta inútil, por supuesto, tratar de fijar responsabilidades sin pecar de sectario, y es que uno de los efectos de la extremada polarización política a la que hemos asistido ha sido el acentuado sectarismo que se ha instalado entre nosotros, sectarismo que siempre encuentra un punto de apoyo, por nimio que sea, para apuntalar sus posiciones y desmontar las del oponente. Es muy posible que esos enfrentamientos partidistas tuvieran objetivos electorales -y cada parte ofrecerá sus argumentos para explicar la estrategia canalla del oponente, bien sea el cordón sanitario que aducen unos, o los intentos de deslegitimación que reprochan los otros-, pero los desaguisados electoralistas se recomponen con mayor facilidad que sus efectos sobre la ciudadanía. Un determinado resultado electoral puede apaciguar las aguas partidistas, pero el rencor y el sectarismo inoculados en la ciudadanía es posible que necesiten más tiempo para calmarse. El eje izquierda-derecha, que presenta perfiles tan desfigurados en los grandes países de nuestro entorno, ha salido reforzado entre nosotros, lo que no sería de lamentar si respondiera a formulaciones ideológicas precisas y bien fundadas y no a simples gestos y tácticas de reclutamiento, tácticas que no han vacilado para recurrir a la distorsión, la insidia y la mentira.
Esa es la línea que se dobló tras el atentado de la T-4, aunque la dirección de esa inflexión no señale un retorno a las posiciones previas, la del consenso entre las dos fuerzas políticas mayoritarias, lo que constituiría una restauración más que una inflexión. Aunque el PP vaya a seguir aprovechando el más mínimo resquicio para atacar la política antiterrorista del Gobierno, lo hará, lo está haciendo ya, con una penuria tal de argumentos que no le será tan rentable como hasta ahora e incluso se le puede volver en contra. Las críticas retrospectivas resultan cada vez más extemporáneas, además de poco certeras, y el cambio en la situación aboca a unas pautas de conducta que impondrán un progresivo, por más que tácito, acuerdo, salvo que se quiera hacer el ridículo.
La inflexión también se ha producido aquí en Euskadi, donde el año ha sido rico en acontecimientos, pese a la aparente atonía provocada por el desencanto posterior a la ruptura de la tregua. Dos son aquí los hechos capitales. Uno es el descabezamiento de Batasuna, que sale de la tregua sin un liderazgo visible, a diferencia de lo que le ocurrió en la anterior, que encumbró a su líder más mediático, Arnaldo Otegi. El otro es la retirada de Josu Jon Imaz, con las consecuencias que se puedan derivar para la línea estratégica de su partido. No son dos hechos desconectados y la revitalización del plan Ibarretxe así nos lo muestra. Se trata de invertir las tornas en un proceso de concentración de fuerzas nacionalistas que dura ya años, y el PNV puede creer llegado el momento de asumir un liderazgo que se le resistía. Si ese liderazgo le va a aportar el apoyo de la sociedad vasca o le va a dejar huérfano de ella lo veremos el año que entra. Va a ser un año interesante. Les deseo que sea además un año feliz.
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