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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En busca del cuento perdido

Como buen contador de cuentos, Joan Font, director del grupo teatral Comediants, se acerca La cenerentola con la mirada puesta en el célebre cuento de Charles Perrault en el que se basa la ópera de Rossini. Devuelve así la obra al mundo de la fantasía, es decir, la hace más próxima a la atmósfera de un cuento de hadas que a la exultante celebración del bel canto que anima la partitura. Y lo hace llenando la escena de optimismo, color y humor apto para todos los públicos. Puro Comediants. Y la nueva incursión operística de Comediants convenció al público en el Liceo. Todo en este montaje está pensado para seducir al público infantil, lo que tiene mucho mérito, aunque impone, como peaje teatral, la obligación de contar la historia con la máxima sencillez, limpieza y bondad de planteamientos.

La cenerentola

De Rossini. Intérpretes: Joyce DiDonato, Juan Diego Flórez, Bruno de Simone, David Menéndez, Cristina Obregón, Itxaro Mentxaca y Simón Orfila. Dirección escénica: Joan Font (Comediants). Orquesta y Coro del Liceo. Dirección musical: Patrick Summers. Teatro del Liceo. Barcelona, 23 de diciembre.

Para contar sin dobleces ese cuento de hadas con final feliz que es La cenerentola, Font tiene como perfecto cómplice al dibujante, escenógrafo y figurinista Joan Guillén, que ha pintado la ópera de chillones colores, con una estética que remite al mundo del cómic y los dibujos animados. El sueño y la fantasía dominan la escena, que tiene como invitados especiales a seis ratas, a las que dan vida bailarines, que rodean y acompañan a la pobre cenicienta tanto en su dura realidad doméstica como en sus sueños de felicidad. Los roedores, además, contribuyen a las transformaciones escénicas moviendo los elementos del decorado.

El montaje funciona bien, es quizá demasiado infantilón, pero cumple sus objetivos. Las cosas fueron peor en el foso. El director de orquesta estadounidense Patrick Summers no acabó de cuajar las sutiles atmósferas ni hizo prender la chispa rossiniana en una lectura muy irregular y confusa para las voces, poco audibles en los soberbios concertantes. Afortunadamente, el nivel de la representación ganó muchos enteros en la segunda parte.

Triunfó en el papel protagonista la mezzosoprano estadounidense Joyce DiDonato, una Angelina de sensibles y delicados matices, cálida y musical, de voz bella y pulcro virtuosismo. En la piel de Don Ramiro, el peruano Juan Diego Flórez dejó su firma de máximo tenor rossiniano del planeta, pero estuvo algo apagado en el primer acto, y en los concertantes. Eso sí, cantó de forma sublime Sì, ritrovarla io giuro, su gran aria del segundo acto, y recibió aplausos entusiastas. Eficaz, sin más, el barítono italiano Bruno de Simone como Don Magnifico, papel histriónico donde los haya, y muy bien el barítono asturiano David Menéndez dando vida a un sonoro Dandini, de estupenda vis cómica, al que sólo falta refinar el estilo. A excelente nivel el bajo menorquín Simón Orfila, con una voz de muy bello color, potente, al servicio de un Alidoro resuelto en lo escénico con aires de Sarastro. Y magníficas, por voz, gracia y presencia escénica, la soprano gaditana Cristina Obregón y la mezzosoprano vasca Itxaro Mentxaca interpretando, respectivamente, a Clorinda y Tisbe. La buena actuación vocal y escénica del coro del Liceo fue otro de los atractivos de un montaje amable, sincero y divertido en su sano y contagioso optimismo. Que no es poco con los tiempos que corren.

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