Una generación de sordos ¿y locos?
El análisis de Diego Manrique (EL PAÍS, 20-12-2007) sobre la subida de decibelios es certero, pero se queda corto. Cualquier neurólogo ha de confirmar que un ritmo a altos decibelios entra en conflicto con el latido de nuestro corazón y esto, en mucha gente, causa estragos psíquicos de consideración, además de los daños al oído, propiamente. Se supone que la música debe servir para emocionar. Pues no, esta música a altos decibelios sólo logra excitar -como si fuera una droga-, con los daños para la salud que las drogas suelen causar. Solamente podemos esperar que la sanidad pública tome cartas en el asunto, y cuanto antes, mejor.
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