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El fuego acecha a los hospitales

Los expertos critican la escasa inversión en sistemas para prevenir incendios - Can Ruti no es la excepción, muchos edificios públicos tienen deficiencias

Jesús García Bueno

La prevención de incendios no le importa a casi nadie. Por eso, cuando un fuego enloquece, muy pocos edificios públicos están en condiciones de atajar las llamas. Sólo se ponen parches después de que el daño ya está hecho. Así opinan los expertos en la materia, que critican esa forma de funcionar y denuncian la escasa inversión en sistemas eficaces contra incendios. Lo que ocurrió la semana pasada en Can Ruti, dicen, no es la excepción, sino la norma: la mayoría de los grandes hospitales presentan graves deficiencias en cuanto a su mantenimiento.

"¿Verdad que no te atreves a coger un coche con los frenos gastados?", se pregunta irónicamente Jordi Murtra, ex jefe de Bomberos de Barcelona y coordinador de Projectes, SA, que ha diseñado los sistemas antiincendios de decenas de inmuebles singulares. Murtra sostiene que el incendio de Can Ruti -que obligó a evacuar a decenas de pacientes y paralizó la actividad del hospital- no debió haberse producido. O en cualquier caso, debería haberse quedado donde se inició: en el sótano.

Alguien lanzó un cigarrillo mal apagado a una papelera del vestuario. Allí, según los expertos, no había ni un detector, un aparato que "canta en menos de dos minutos", dice Murtra. La alarma tampoco sonó en un primer momento. Se perdieron unos minutos muy valiosos: "La gente no es consciente de que un incendio tarda menos de cinco minutos en desarrollarse".

Más allá de la negligencia del trabajador que lanzó el cigarro, el problema fue la propagación del fuego. A eso ayudó la gran cantidad de papel que se almacenaba en los pasillos, algunos destinados a evacuación. Y sobre todo, la falta de una compartimentación eficaz. Todo edificio de grandes dimensiones -especialmente, un hospital, según recoge la normativa- debe disponer de sectorización; en otras palabras, zonas aisladas de forma que ni el fuego ni el humo pasen de una a otra. Pero el fuego llegó en Can Ruti hasta la quinta planta. Y el humo, hasta la decimotercera, la destinada a los enfermos terminales.

La sectorización, señalan los expertos, estaba rota. El humo se coló a través de los conductos destinados al cableado eléctrico. No es algo extraordinario, ocurre con frecuencia. "La mayoría de los incendios se propagan por falsos techos y conductos. Llega un instalador, monta el aire acondicionado y, sin saberlo, rompe la sectorización", argumenta Juan Carlos López, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña y uno de los pocos expertos que analizaron la estructura de las Torres Gemelas de Nueva York y del edificio Windsor de Madrid, ambos siniestrados. La pregunta, para los expertos, no es quién permite tales chapuzas, sino "por qué no hay nadie que las impida", dice Murtra. Una de las soluciones es instalar compuertas en los conductos. Pero nadie se preocupa de ello porque "no existe la figura del responsable de prevención, que coordine todos los aspectos".

Los expertos reivindican la extensión de esta figura profesional en España, un país "sin cultura preventiva", dice López. "En el mundo anglosajón, exhiben con orgullo extintores y luces de emergencia. Aquí los escondemos", señala. También reclaman que los hospitales sean objeto de auditorías "por parte de profesionales independientes". Una de esas inspecciones habría detectado, a juicio de Murtra, las "deficiencias" en la central eléctrica de Vall d'Hebron, origen del incendio que el hospital sufrió en septiembre.

"Todos los edificios, públicos y privados, tienen deficiencias de mantenimiento. Hay que invertir más y cambiar la mentalidad, que ahora es correctiva: si algo se rompe, se arregla", denuncia Josep Marín, uno de los profesionales más duchos en esta materia.

Las administraciones se escudan en que la normativa no les obliga a actualizar las instalaciones antiguas. La excusa no vale, porque en los hospitales hay "espacios de riesgo" y, además, existe la ley de prevención de riesgos laborales. "Más allá de cumplir con los detalles de una ley, hay que garantizar algo más básico, de sentido común: que el edificio sea seguro".

Avances legislativos a golpe de desgracias

La prueba del nueve de que la prevención va siempre a remolque es que los grandes avances legislativos (todos ellos recientes) sólo han llegado después de que ocurran grandes desgracias. En 1928 se incendió el teatro Novedades de Madrid. Todo comenzó por culpa de un farolillo del decorado. Murieron más de 60 personas y a raíz de aquello se aprobó, en 1935, la primera norma sobre locales de pública concurrencia en la que se hablaba de medidas contra incendios.

Hasta 1981 no se dio luz verde a una norma estatal que, por primera vez, detallaba una serie de obligaciones sobre prevención de incendios, en función del tipo de edificación. Entre otras, la necesidad de compartimentar espacios. Ese significativo avance vino a raíz de un siniestro ocurrido dos años antes: el incendio del lujoso hotel Corona de Aragón, en Zaragoza, que comenzó en la churrería de la cafetería y se extendió hacia las habitaciones. Fallecieron 78 personas, la mayoría por inhalación de humo. Otro suceso desgraciado que contribuyó a ampliar las exigencias de la ley, en 1991, fue el incendio de la discoteca Flying, también en Zaragoza. Murieron otras 43 personas.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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