Radiografía del 'mobbing' en Ciutat Vella
El acoso inmobiliario avanza en un distrito que vive una revolución urbanística
Mobbing inmobiliario. Ya casi no hace falta explicar qué significan estas palabras. El fenómeno nació al abrigo del espectacular aumento de la vivienda que ha sufrido Barcelona en el último lustro y desde entonces se ha cebado con especial virulencia en Ciutat Vella, un distrito que en los últimos años ha visto como el precio del metro cuadrado de la vivienda subía un 200%. Es muy complicado precisar cuántos afectados por mobbing inmobiliario hay en el distrito, pero sí resulta fácil establecer un perfil tipo de víctima: ancianos sin formación cultural, bajos ingresos y poseedores de un contrato de alquiler indefinido y de renta antigua. Pero el fenómeno se ha universalizado a todo tipo de inquilinos que, por pagar un alquiler bajo, puedan suponer un freno al crecimiento económico de empresas e inmobiliarias.
Este es el problema con el que tendrá que lidiar la socialista Itziar González, que asumió la concejalía del distrito de Ciutat Vella después de las pasadas elecciones municipales. Su trayectoria como mediadora en conflictos vecinales le ha hecho ganar cierto crédito entre los colectivos antimobbing y los propios afectados. De momento, la concejal anuncia que en breve estará en marcha una nueva oficina de mediación y vivienda, además de un mapa del mobbing en Ciutat Vella que verá la luz a principios de 2008. "En tanto que autoridad como Administración pública convocaremos al propietario cuando sospechemos que acosa a sus inquilinos. Estudiaremos su ficha personal y sus antecedentes. Nos sentaremos con él y con la víctima y veremos cómo resolver el problema. Si eso no fuera suficiente, en última instancia denunciaríamos al propietario", explica González.
Hace unas semanas, el Distrito denunció ante el juzgado de guardia de Barcelona a las dos sociedades, Mancia 2003, SL, y Taravaurus 8085, SL, propietarias del edificio situado en el número 29 de la calle de Robadors. La finca se encuentra en la Illa Robador del Raval, en el epicentro de una revolución urbanística que está cambiando la cara del barrio. Esa denuncia precedió a una querella criminal que ocho entidades cívicas de Barcelona presentarán en breve. Por el momento toda esta ofensiva legal ha conseguido detener el desahucio por la fuerza de uno de los inquilinos, Manel González.
Entre las entidades firmantes de la querella figura el Taller contra la Violencia Inmobiliaria y Urbanística."La Administración debe tomar cartas en el asunto. ¿Cómo? Rehabilitando fincas para que el dueño no pueda alegar estado de ruina y así tener la excusa para echar a los vecinos. Y que cuando la Guardia Urbana tenga conocimiento de cortes de agua, luz u otro síntoma que insinúen un caso de mobbing, levante acta, acuda al piso y lo corte de raíz", dice Albert Sancho, miembro del Taller.
Basura, ratas, humedades, goteras, suelos hundidos, portales y escaleras desmanteladas... Así es como tienen que vivir muchos afectados por acoso inmobiliario en Ciutat Vella. Todo forma parte de un plan orquestado por algunos propietarios para echar a sus inquilinos de sus casas y sustituirlos por otros con mayor poder adquisitivo. "Esto no acabará hasta que la vivienda pueda ser pública como la sanidad y la educación", dice Sancho. El Consistorio rechaza las críticas y asegura que lleva tiempo intentando resolver un problema de difícil solución. "Hacemos lo que podemos, pero es complicado. ¿Hasta que punto una Administración puede interferir en un conflicto del ámbito privado?", se pregunta una portavoz municipal.
La Oficina Municipal de Información al Consumidor (OMIC) atiende a víctimas de mobbing, pero la mayoría de veces se limita a asesorarlas sobre las opciones que tienen para solucionar su problema. Colectivos vecinales y afectados coinciden en criticar la "ineficacia" y "pasividad" de este organismo. "Movilizamos a los servicios sociales cuando se trata de casos graves y a veces acompañamos al afectado al juzgado, pero no podemos hacer mucho más", explica otro portavoz municipal. Este año la OMIC ha trasladado a la fiscalía siete casos de supuesto acoso, pero nunca se ha presentado como acusación particular. "Si la Administración lo hace en casos de daños al mobiliario urbano, por ejemplo, puede hacer lo mismo con el acoso inmobiliario. Se supone que es más importante un ciudadano que un contenedor o un cajero automático quemado", critica Jaume Asens, vocal de la comisión de defensa del Colegio de Abogados de Cataluña.
No existe un recuento sobre cuántos afectados por acoso existen en Barcelona. En 2007 la OMIC había recibido 185 consultas y el Síndic de Greuges atendió a 247 ciudadanos por problemas derivados de la vivienda, de los que sólo el 1,27% tenía relación con el mobbing. Son cifras muy bajas que no reflejan la realidad. El mobbing inmobiliario como tal aún no aparece recogido en la ley. "Es un fenómeno relativamente reciente y en un juicio se trata como un delito de coacción. Pero los jueces empiezan a tomar conciencia del problema", sostiene Asens.
Laura: "Especulo para combatir a los especuladores"
Laura prefiere no dar su nombre verdadero porque acaba de enfrentarse judicialmente a la propiedad de su edificio y teme que pueda influir en el resultado de un futuro proceso. Prefiere esconder su rostro y su identidad por temor a represalias de su arrendatario. "Lo triste es que encima tengo que esconderme, como si fuera una mujer maltratada", afirma. Cuenta que vive de alquiler en el barrio del Raval desde hace cuatro años, aunque los problemas empezaron en 2006. "Me obligaron a vivir en otro piso y me subieron el alquiler 100 euros. Hace unos meses me quisieron cobrar 700 euros en concepto de gastos de agua y luz y después se negaron a cobrarme el alquiler. Desde entonces tengo que pagar por giro postal. En septiembre me notificaron que les debía más de 1.000 euros y me llevaron a juicio", cuenta esta joven. Laura perdió y ahora debe afrontar el pago de 3.000 euros en concepto de costes de juicio. "Lo peor es que todo esto ha afectado a mi trabajo y a mis estudios. Y encima, para salir adelante, he tenido que realquilar una habitación a otra persona. Estoy especulando para combatir a los especuladores que me están haciendo esto", afirma.
Manual del perfecto acosador inmobiliario
- Negarse a cobrar el alquiler para luego alegar que el inquilino no paga.
- Cortar la luz y el agua sin previo aviso.
- Dejar que el edificio se deteriore para que sea declarado en ruina técnica.
- Sabotear a los vecinos cortando tuberías o cambiando las cerraduras.
- Empezar obras en el portal y las escaleras y dejarlas sin acabar.
- Permitir la entrada masiva de inmigrantes en los pisos vacíos para intimidar a los inquilinos.
María Olivella: "Me han puesto un detective privado"
María Olivella vive en un ático de la calle de Avinyó, en pleno Barri Gòtic. Vive allí desde 1984 y paga unos 300 euros mensuales, una cantidad muy inferior a los alquileres que se pagan actualmente en la zona. "Antes en el bloque había siete pisos. Ahora 19. A medida que se van vaciando, la propietaria hace obras en las viviendas y las convierte en apartamentos para turistas, por los que saca mucho dinero", asegura María. Esta mujer cuenta que desde 2006 soporta presiones de todo tipo para echarla de su casa: "Estuve tres meses sin agua. Luego, la propietaria se negó a cobrarme el alquiler y ahora hasta me han puesto un detective para intentar demostrar que no vivo aquí". Ese es uno de los supuestos que fija la ley para autorizar a un propietario a desahuciar a alguien de su casa. "Un día estaba de visita en casa de mis padres. Entonces vino un chico con un ramo de flores y dijo que me las enviaban a mí. Las flores iban sin tarjeta, pero firmé el acuse de recibo. Usaron esa firma para alegar que no vivo en mi piso", relata esta barcelonesa. María fue a juicio y perdió. "He tenido que pagar 2.000 euros de costas del juicio, pero de aquí no me muevo", asegura.
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