Imaginación al poder
La onda expansiva del terremoto causado por el Mayo del 68 parisiense también se dejó sentir en una Barcelona todavía oscurecida por el franquismo. El fenómeno caló en la capital catalana e impulsó la apertura de algunos locales entre cuyas paredes se conservó la esencia de aquellos principios revolucionarios. El Pincel, el Candil y La Gàbia de Vidre nacieron al abrigo de aquella coyuntura, aunque la mayoría de ellos echaron el cierre hace mucho tiempo. Hoy subsisten unos pocos, como el Quilombo, una "reliquia", tal como lo define su propietario y fundador, Antonio González.
Antonio es uno de aquellos miles de jóvenes que pidieron lo imposible en las calles de la capital francesa. De esos tiempos pasados hoy le quedan el Quilombo y un discurso políticamente incorrecto. "Para mí sigue siendo especial", dice con una media sonrisa mientras mira la gran bandera cubana que cuelga en una de las paredes del local.
El Quilombo ofrece actuaciones en directo, pero con algunas particularidades que lo diferencian de los demás. Al margen de los conciertos programados, cualquiera puede coger un instrumento y ponerse a tocar. "Aquí tenemos guitarras y están a disposición de quien las quiera tocar. De este modo mantenemos un cierto ambiente bohemio e intelectual de cantautor. Mantenemos viva la canción protesta", dice Antonio. Claro que todo tiene límites. El escenario está vetado a borrachos, gamberros y cantantes que interpreten canciones de productos televisivos como los triunfitos.
Perdurar más de tres décadas conservando la misma filosofía que le llevó a nacer significa sobrevivir a un público joven que poco o nada sabe de Mayo del 68, subsistir a los embates de la música enlatada y resistir a una estricta normativa municipal que ha asfixiado muchos locales de ocio nocturno. "El Ayuntamiento ha querido ser más papista que el Papa", critica Antonio.
- Lo más: La espontaneidad de los músicos, que se contagia a la clientela.
- Lo menos: La falta de espacio, algo recurrente en este tipo de locales.
- Dirección: Quilombo. Aribau, 149. Barcelona.
jbauza@elpais.es
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