Al fondo la caverna
Mucho no ha sorprendido, no seamos exagerados. Pero que todo un grupo político y social que ha sido sujeto de tanta atención y trato por parte de todos los poderes, a ver si mediante el diálogo dejaba de convertirse en obstáculo para la convivencia, se vuelva a mostrar como una horda conservadora enfrentada al progreso utilizando todos los medios para detener el desarrollo del tren de alta velocidad en Euskadi, quizás sirva para sacar alguna conclusión de una vez. Pérez Galdós, más claro, hubiera dicho, con retórica liberal, que lo que quieren es detener el implacable avance de la historia.
Sé que en determinados ambientes de la progresía española se entiende, con deseos de justificarlo, el comportamiento rebelde y anticapitalista de estos grupos alternativos vascos, identificándolos con la punta de lanza de la lucha contra la globalización. Sin embargo, uno conoce bien el percal, no son más que dignos sucesores del cura Santa Cruz, al que hasta los carlistas tuvieron que poner precio a su cabeza, por la especial saña que mostraba contra los trenes, infernuko sua, lo que le llevaba a fusilar a ferroviarios.
Por eso cuando hay tantas ganas de separarse uno se asusta por temor a perder la libertad
No se puede decir que las cosas no hayan cambiado mucho, hay que decir que las cosas han ido a peor, como lo dijeron diferentes intelectuales alemanes según se escapaban de su tierra, que lo que se les mostraba como una revolución, eso si, nacional socialista, no era más que la más atroz revolución conservadora. Desde hace años veo que es lo mismo, y que de progre tiene lo de aquí lo mismo que el paso de la oca de los SA.
Es cierto que hubo otro comportamiento, cínico, por parte de nuestra burguesía provinciana, que en muchas localidades aceptaron las estaciones pero lejos, y que los nudos ferroviarios quedaran fuera, en Miranda o Alsasua, porque con el ferrocarril venían sus trabajadores y el socialismo. Querían tren pero no los líos. Aceptaron el progreso técnico, aunque no la necesidad del sindicalismo obrero y todo el progreso social que avanzaba al paso de ese progreso técnico. Aquí lo que se manifiesta ahora, en pleno siglo XXI, con las partidas de los nacionalistas montaraces acechando el ataque al tren del AVE es que hay dos siglos de retraso mental al socaire del nacionalismo, como en Alemania en los años treinta, y que esta mentalidad es la previa al liberalismo. Quizás sea por eso por lo que cuesta tanto mediante diálogo solucionar el problema cuando éste debía de estar bajo tierra hace muchos años. Era evidente que la transición española no podía tener en cuenta que había que volver a antes de la Constitución de Cádiz para resolver el problema vasco -y probablemente algunos más-. Eso, entonces, no lo podía saber nadie, ahora lo podemos ir viendo según han aflorado en el jardín autonómico las peores malas hierbas del pasado.
Y como una parodia de la Vida de Brian: tendremos AVE porque lo hace España, oprimiendo, y menos mal, la voluntad del pueblo vasco. Que si no fuera por España, no sólo seríamos muy primitivos, retrasados y cochinos, como en los cortos de publicidad de propaganda que EITB hace para sí misma, sino que no tendríamos libertad.
Por eso cuando hay tantas ganas de separarse uno se asusta y se preocupa, no sólo porque te vas a quedar sin AVE, es que, de seguro, lo que vas a perder es la libertad. Al final resulta que todo es, y las cosas son, y además funcionan, porque está España, incluido el Cupo del Concierto Económico. A ver a quién íbamos a estafar si España no se dejase.
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