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Reportaje:

De La Jonquera a Mathausen

El Museo del Exilio recoge la vivencia republicana en campos nazis

Frío, lluvia y un viento gélido acompañaron la presentación al público del Museo Memorial del Exilio (Mume), que se celebró este fin de semana en La Jonquera (Alt Empordà). "Hace el mismo tiempo que en febrero de 1939", recuerda una vecina que pasó su infancia yendo y viniendo hacia El Pertús, donde se habían refugiado amigos y familiares. A través de cinco ámbitos, el Mume se propone repasar la memoria del exilio más allá de la Guerra Civil, como una constante histórica universal, con guiños a conflictos actuales y a la diáspora, a la relación entre los que dejan su país y los que se quedan. Al acto inaugural acudieron representantes políticos e institucionales como el consejero de Interior, Joan Saura, pero los verdaderos protagonistas fueron los hijos de deportados, exiliados y vecinos que llenaron las salas en busca de recuerdos. Algunos viajaron desde Lleida, como el hijo de Josep Figueras, un deportado que acabó en Mathausen, desde donde escribió una postal a su familia que ahora se puede leer tras una vitrina del museo. "Éste de aquí era de Barcelona y también estaba en el campo. Se abalanzó sobre un oficial de la SS que iba a ejecutar a un preso y luego se lanzó contra la alambrada electrocutada", relata Figueras señalando la foto de aquel héroe. Miembros del Amical de Mathausen también se pasearon el sábado por las instalaciones del Mume, al que han aportado documentos.

De hecho, cualquiera que visite este museo puede salir con la impresión de que la mayoría de exiliados republicanos que cruzaron la frontera en 1939 acabaron en campos de concentración nazis. Una gran reproducción de la conocida imagen de Franco y Hitler en Hendaya refuerza esta idea, junto a más fotos de deportados, un trozo de la alambrada, una bandera nazi. El Holocausto afectó de forma directa a muchos republicanos, pero se echan de menos otros testimonios sobre la vida de los que lograron huir y establecerse en diferentes lugares de Europa o América. "Muchos se instalaron en Francia, en Perpiñán o en Toulouse, criaron allí sus hijos y nietos, murieron con la nostalgia de su país", resume el hijo de un exiliado establecido en Perpiñán. A su lado, varias niñas hablaban en francés, nietas y biznietas de exiliados.

El museo también pasa de puntillas por el drama de la gran riada de gente que huía hacia el norte, dejando a su paso pertenencias, documentos, un pasado. "Los que se iban dejaban ropa, paquetes, animales, bicicletas. Esto nos hacía mucha ilusión a los niños, que en seguida nos las apropiamos", recuerda un abuelo que tenía seis años en 1939. Es una historia bien viva en su memoria, pero no está recogida en el discurso museológico.

"Ya es bueno que se hagan iniciativas así, pero faltan muchas cosas, recuerdos, momentos. Para mí el exilio son las historias de mi tía Pepita, y de tantos otros", opina una vecina de La Jonquera. Un audiovisual de 15 minutos en el que dos hombres y dos mujeres relatan sus vivencias al cruzar la frontera es una aportación que sabe a poco. Según los organizadores, la intención es ir "ampliando" a partir de más testimonios y apuntan la creación de una base de datos con el nombre de miles de exiliados. Por el momento, hay que conformarse con pinceladas de la vida y obra de las grandes personalidades que dejaron atrás la España franquista como Machado, Buñuel, Picasso, Josep Carner, Pau Casals, María Zambrano y Alberti. Después de la jornada de puertas abiertas del fin de semana, el museo abrirá de forma permanente a partir de febrero.

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