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Columna
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El asalto al sofá

El sofá fue algo siempre muy codiciado, representaba el lujo y el abandono. Y como nadie gusta de las privaciones y todos codiciamos el lujo y el abandono, pues desde siempre los pobres, en cuanto nos sobraron unos duros o unos euros, nos compramos un sofá. En las últimas décadas incluso hemos ido más allá y hemos conquistado el tresillo, de escay, piel o polipiel.

El sofá tiene una gran carga erótica, nos atrae hacia él para arrullarnos y si dos personas o más comparten sofá acaban atrayéndose. Y si no hagan la prueba, es un invento demoníaco (¡es francés!). Por eso mismo cuando alguien quiere ser cortés y hospitalario, pero al tiempo conservar las distancias, ofrece a la visita el sofá y se reserva para sí la butaca. Así hacen los gobernantes cuando reciben a otros en su casa o a visitas de cualquier tipo, y así posaron para la prensa hace unos días nuestro vicepresidente de la Xunta y nuestro presidente del Gobierno. Es una escena común pero lógicamente despierta recelos y celos, los recelos del presidente de la Xunta y los celos del candidato del PP. A uno no le sienta bien que nadie más que él ocupe ese asiento, y el otro lógicamente desearía poder sentarse allí. Y si no sintiesen eso, serían tontos, que no lo son, o no serían humanos, que lo son.

La estampa de un gallego riñéndole a un leonés por defender el idioma gallego es tragicómica
Hay que aceptar que el BNG existe y no tiene sentido esperar que no salga en las fotos

Pero junto a esa imagen también tuvimos esta semana la del presidente del PP, Mariano Rajoy, reprochándole al presidente del Gobierno que se preocupe más del portugués que del castellano, lo cual tiene su gracia si se tiene en cuenta que éste es de León y aquél de Pontevedra. Pero, para más inri, lo que aquél le criticaba de esa forma oblicua era su apoyo al gallego, pues su crítica venía a cuento de que el diputado del BNG Francisco Rodríguez le había pedido que se pudiese sintonizar la televisión portuguesa en Galicia. Cosa que no habría ni que pedir, pues es bien miserable poner frontera y aduanas sin necesidad, como acaba de hacer el presidente de la Comunidad Valenciana, del PP, cortando las emisiones de la televisión catalana. No pone guardias en el límite con Cataluña para que no vayan allí sus vecinos porque no puede. Cayeron las fronteras europeas pero algunos todavía las añoran y ya que no pueden poner su aduana quieren impedir que podamos siquiera saber de nuestros vecinos. Refleja bien lo que algunos entienden por libertad teniendo la cara de llamarse liberales. Pero la estampa de un gallego riñéndole a un leonés por defender el gallego es uno de esos momentos tragicómicos, queda para nuestra galería de postales.

Desde luego que esta foto del sofá en Moncloa ha despertado inquietudes. Hay quien critica que el BNG pusiese esa foto como una de las condiciones para defender con su voto a la ministra Àlvarez, como si ese rato de sofá no fuese valioso. Lo es, lo fue siempre para cualquier fuerza política y en la carrera de cualquier político. La imagen, la representación es fundamental en la política y una foto de sofá otorga mucha visibilidad y confiere autoridad política, transforma a un político en un interlocutor del presidente del Gobierno. Y no es poco, que la campaña electoral es para todos. Así que no sólo es legítimo pretender eso sino también conveniente para el BNG.

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Porque hay que aceptar que el Bloque existe, tiene y tendrá la fuerza que le dé en el futuro la sociedad gallega, pero está ahí y no tiene sentido esperar que, existiendo, no ocupe lugar ni salga en las fotos. Y, por otro lado, lo ocurrido estos días demuestra que Galicia necesita fuerzas políticas propias, con capacidad de negociar y dialogar, porque eso es la política y eso es lo que hacen todos los partidos: negocian y luego pactan, y a Galicia le ha venido bien la negociación que ha hecho el BNG con el PSOE. Se han conseguido transferencias a las que el Gobierno era renuente y también financiación.

Y, como Galicia necesita fuerzas políticas propias, el Partido Socialista de Galicia podría aprovechar lo sucedido para reflexionar en vez de enfadarse. El partido socialista, que apartó al Vaticano al responsable de la complicidad durante tantos años con la Xunta de Fraga, ha ganado aquí peso pero aún no existe por sí mismo, sigue en la placenta de un PSOE sin más. Por puro mimetismo en un partido que se estructura internamente de modo federal, se habla de un PSdeG que se viene anunciando desde entonces. Pero ese partido aún no se ha decidido a nacer.

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