Las pequeñas y reales decisiones

La tarea de sacar adelante los presupuestos anuales, sobre todo cuando no se dispone de mayoría absoluta en el Parlamento, introduce el principio de realidad en un debate político que propende a irse a las nubes de lo ideológico. Sobre todo en Euskadi.

Por tercer año consecutivo, el Gobierno de Ibarretxe va a conseguir aprobar las cuentas para el nuevo ejercicio sin sobresaltos ni apaños gracias al apoyo parlamentario de los socialistas. No parece, sin embargo, que ninguna de las dos partes involucradas en el pacto presupuestario haya extraído las consecuencias políticas que se derivan de ese acto. Quizá porque no se ha debido a un ejercicio de voluntad, sino de pura y simple necesidad.

Mal se puede ser "cauce central de la sociedad" cuando las fuerzas no dan para aprobar las cuentas

El PSE de Patxi López puede esforzarse en presentar su apoyo al Gobierno tripartito como una decisión responsable y una muestra de flexibilidad política. Pero una cosa es que ese respaldo pueda compatibilizarse con una oposición firme a los devaneos soberanistas del Ejecutivo de Ibarretxe, y otra cosa es que sea del todo coherente.

La evidente conexión entre el crucial respaldo del PNV en las Cortes al Gobierno socialista (y no sólo a sus presupuestos) y el subsiguiente pacto sobre las cuentas en Vitoria pone en su justo término el grado de autonomía de los socialistas vascos respecto a las necesidades de rango superior del PSOE.

Desde el otro lado, las consecuencias derivadas del acuerdo no son menos elocuentes. El entusiasmo de Ibarretxe por tener que recurrir a los socialistas quedó perfectamente descrito por el rostro y las palabras de Idoia Zenarruzabeitia al firmarlo. Más bien ninguno. Porque esta dependencia de una cuarta fuerza parlamentaria pone bajo los focos la debilidad estructural del trípode descompensado que forma un Gobierno diseñado por defecto. Y las conclusiones que se derivan de ella resultan demoledoras para sus pretensiones.

Mal puede sostenerse que el tripartito sea el "cauce central de la sociedad vasca" cuando el caudal que aportan sus socios no da siquiera para aprobar por si solos un presupuesto en el Parlamento y se ve obligado a buscar la ayuda de un adversario ideológico porque las otras fuerzas afines resultan insuficientes o poco fiables. Y si esa fórmula política no da para asegurar el funcionamiento ordinario de la Administración vasca para un año o aprobar el Impuesto de Sociedades, en definitiva, para tomar las pequeñas y múltiples decisiones que requiere la gobernación de un país, difícilmente pueden pretender los integrantes del tripartito que tienen el músculo suficiente para tirar de la cuerda de la Gran Decisión.