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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Me topé con la manifestación

Me topé con la manifestación del sábado cuando cruzaba por Vía Laietana y me perdí entre la marabunta que inundaba la avenida con reclamos: "¡Somos una nación!", "Dignidad nacional". Desfilaban mujeres, niños, jóvenes, políticos, militantes y más militantes cuyos rostros bailaban entre las banderas nacionalistas y alguna que otra pancarta. La gente que deseaba cruzar de un barrio a otro, fundamentalmente visitantes de la ciudad, se los topaba con sorpresa y no faltó el despistado que preguntaba: "¿Es contra el aborto? ¿El derecho a decidir a abortar?". Tampoco el graciosillo que al ver pasar a Carod Rovira se la reviraban llamándole "¡José! ¡Pepe! ¡Pepito!" por aquello del tan controvertido "¡Yo me llamo Josep Lluís!" , en el programa de televisión Tengo una Pregunta para Usted.

Se escucharon las campanadas anunciando las cinco, las seis, las siete y las ocho mientras seguían bajando, desde la Plaza Urquinaona en dirección al mar, oleadas de gente, entre ellas familias que portaban los implementos de excursión que suelen llevar al Pirineo: mochilas de espalda para cargar a los críos, chaquetas deportivas y zapato de montaña, también había muchas mujeres con bellísimos modelos de abrigos que empujaban a sus bebés en carritos Bogaboo, que para las conocedoras, es el Rolls Roys de los carritos de bebé, muy difícil de verlos en Ciutat Vella por su precio exorbitante, y las fincas apretujadas sin ascensor.

Muy adecuado era el outfit, de cientos de personas que se manifestaban por la dignidad de Cataluña haciéndolo con igual dignidad al vestir: elegantes chaquetas de piel, exclusiva joyería de oro, pantalones de diseñadores ceñidos al cuerpo, cabellos perfectamente alaciados con mechas rubias y divinos modelos de bota, cuyos tacones no parecían incomodar a las chicas manifestantes que hablaban por el móvil o conversaban entre ellas dando de cuando en cuando un grito del llamando malestar catalán. Me acerqué al marido de una de ellas, para preguntarle la razón de su protesta y mientras caminábamos me daba el recuento del balance fiscal, la autonomía y un largo etcétera, que terminaba con un "estamos hartos de que nos exploten". "¿Y las infraestructuras?", pregunté. "Bueno eso fue la gota que derramó el vaso", me contestó para aceptar después que él se transporta en coche.

Más adelante, miles de jóvenes militantes con look desenfadado portaban pañuelos con la bandera independentista. Alguno me enumeraba las razones del catalán emprenyat y conforme tomábamos confianza salía su malestar con los padres, la familia, la sociedad, vaya con la vida misma.

En distintos cruces de la avenida se detenían los mirones observando la multitud. Un grupo de viajeros latinoamericanos notaban la diferencia con las manifestaciones de sus países, básicamente por la homogeneidad de los manifestantes y cuando preguntaban el motivo de la protesta y uno trataba de explicarles, ponían cara de confusión. Después cundió el alboroto cuando los turistas se enteraron que Laporta andaba por ahí: "¿Dónde?". "Hacia adelante". "Dicen que va con sus hijos" y deliberaban cómo avanzar para tomarse la foto con tan famosa figura.

"¿Y Laporta también la porta?". "¿Qué cosa?". "¿La bandera güey?", bromeaban. Una de las pancartas decía: "¡Madrid, Cataluña no es tu puta!", ya contagiada por el fervor, también me dieron ganas de pintar una que dijera: "¡Cataluña, Barcelona no es tu puta!", que por ser la más guapa de las hijas, la han vendido al peor postor: los Hooligans y otros elementos non gratos que hacen destrozos por doquier. Así que, el que esté libre de explotar al prójimo que tire la primera piedra.

Mientras Laietana lucía imponente con miles de personas bajando hacia el puerto, en Portal de l'Àngel una multitud caminaba en dirección contraria embebida por las compras navideñas. Entre mezclados, muchos manifestantes que rompieron filas y con los pañuelos independentistas enrollados al cuello, entraban a las tiendas ejerciendo su derecho a decidir entre un modelo y otro de bolsos o pantalón y se perdían en la aglomeración con la bolsa del shopping en una mano y la bandera catalana en la otra.

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