¿Bailas, Gallardón?
Después de ir leyendo en los papeles este atraco de las licencias municipales, entran unas ganas tremendas de conocer al gallo que le puso nombre. Es que no se le había podido ocurrir nada mejor: Operación Guateque. Debería entrar por la puerta grande de los lugares en los que se titulan las cosas, desde los periódicos a las editoriales de best sellers, porque lo ha clavado.
Todo un guateque es lo que tenía el Ayuntamiento allí montado y por eso, quizás, los últimos años en la vida pública del alcalde no son otra cosa que eso, bailes caseros y con la luz a oscuras. La cuestión es la siguiente: ¿Con quién baila Gallardón? ¿Con Espe? ¿Con esa despechada de Pilar Martínez? ¿Con Ana Botella? ¿Con Tita Cervera? ¿Con quién se toma los calimochos o los destornilladores? ¿Con Manuel Cobo? ¿Con las hermanas clarisas de la oposición?
Los últimos años en la vida pública del alcalde no son otra cosa que bailes con la luz a oscuras
Junto a Espe, lo que ha bailado Gallardón son danzas macabras. Agarrado, seguro que no. Por los puñales, más bien. O a lo mejor el problema es que no ha bailado nunca. Me la imagino en medio de la fiesta, lanzando sonrisas a diestro y siniestro y sin atraer la atención del churri, que tira los tejos a todo lo que se mueve menos a ella. A lo mejor, la inquina de ahora es producto del desprecio de ayer. El corazón humano no se para en barras.
Si algún día le dio por bailar con Pilar Martínez, la hoy delegada de Urbanismo, seguro que se arrepintió. Le debió caer un rapapolvo de los buenos, como el que le echó la tía a todo quisqui el pasado miércoles sin dejarse a nadie fuera de la hoguera. Según Martínez, todos estábamos allí cuando los choris de las licencias ponían el cazo: el Gobierno, la oposición, los funcionarios, los extorsionados, los periodistas, la Almudena, San Isidro Labrador, el oso, el madroño y don Hilarión... Hala. Pero, en fin, a ella se lo debían pasar por delante de las narices, porque no hace falta recordarle el cargo que desempeña.
El vals que se marcó el alcalde aquel día con Ana Botella, cuando la ofreció ir en sus listas delante de su marido, todavía debe estar lamentándolo. Le hizo sentirse reina de la fiesta y ni siquiera estaba en el famoso cuaderno azul que llevaba Aznar con las cábalas de la sucesión. Ahora, la mujer, hoy concejala de Medio Ambiente, es que no hace más que meter la gamba con ese tono entre marisabidillo y de indignación contenida que le pone a sus declaraciones surrealistas. ¿No salta ahora que las licencias de su departamento no tardan más de un mes? Será las de los que hasta ahora pasaban por el aro. Porque el resto, si no soltaba sus 20.000 o hasta 40.000 eurillos, las dejaba para disfrute de sus nietos. Está tan mona calladita.
En medio de la movida, vuelve Tita Cervera y se desmelena en mitad del guateque. La que faltaba. Que se va, dice, con los cuadros y con la música a otra parte, que se lleva los discos y el picú, que son suyos y no le valen de nada las bajadas de pantalón del alcalde, ni las rectificaciones, ni las monsergas. Es la mujer fatal, sin duda. Todos la miran pero a ver quién es el guapo que se la lleva al huerto.
Y mientras, la oposición a cumplir el trámite. Se monta un escándalo que demuestra lo que ha sido la trama organizada de corrupción más heavy de la democracia en la capital y no piden cabezas. Después de esto, ¿cuándo las van a pedir? Es como si hubiesen invitado al guateque a un grupo de monjitas, o a unos amigos lerdos. No hay que preocuparse. Mientras no vean actitudes indecorosas, ni morreos, ni magreos, no sólo no se revuelven sino que, encima, rezan por quien haga falta.
Como nadie le hace carantoñas a Espe, Pilar Martínez y la Botella están intratables, Tita quiere cerrar el chiringo, la oposición se ha puesto estrecha y la chica yeyé no ha aparecido, pues a Gallardón le queda tomarse los cubalibres con su tronco Manuel Cobo. También se ha lucido esta semana, el amigo. ¿Qué dónde estaban mientras una banda de mangantes tomaba el Ayuntamiento? "Gobernando la ciudad", ha dicho. Si le ponemos una "a" delante, la frase nos queda un cruce entre Fary y Torrente impagable: "Agobernando la ciudad, agobernando la ciudad". O prueben mejor con esto, que suena más en concordancia con los hechos: "Atracando la ciudad, atracando la ciudad...".
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