Las cárceles de la memoria saltan de la escuela al teatro

"En la década de los años cincuenta del pasado siglo, España era un cementerio. Había hambre... Nosotros hemos utilizado una cárcel de aquella época como metáfora de una España en la que todos eran víctimas". Quien así habla es el dramaturgo Ernesto Caballero, director de Presas, de Ignacio del Moral y Verónica Fernández, una obra producida por el Centro Dramático Nacional (CDN) y estrenada en el teatro Valle-Inclán de Madrid.

Con un reparto de 22 actores, esta obra coral nació en 2005 como trabajo de la Escuela de Arte Dramático madrileña. El embrión surgió cuando Caballero, profesor de interpretación, tuvo en clase un grupo muy desigual en cuanto a género. Había muchas alumnas frente a pocos chicos. "Estaba desesperado buscando un texto para montar con ellos y le transmití a Del Moral mi problema", apunta el director. El resultado impactó tanto que pasó al teatro alternativo, donde estuvo representándose un tiempo, hasta que ahora ha dado el salto definitivo al CDN.

Para ponerla de largo se ha dado un inevitable aggiornamento. "La obra no ha sufrido grandes cambios, pero estrenarla en un teatro nacional ha supuesto un crecimiento traumático, ya que hubo que redimensionar el texto, tanto por cuestiones espaciales, como por el hecho de que en origen los intérpretes eran muy jóvenes y hay cosas que dichas por adultos sonaban ingenuas y explícitas, de ahí el ajuste", comenta Del Moral.

Los personajes han sido asignados a grandes actores, como Gerardo Malla, Lola Casamayor, Maruchi León, José Luis Alcobendas, Pedro G. de las Heras, Mariano Llorente y Ana Otero, quienes comparten reparto con otros 17 actores, entre los que se encuentran algunas de las actrices originales.

Al margen de la memoria histórica, el principal interés de Caballero en su nueva versión ha sido hablar de las cárceles: "De las que llevamos dentro y de las que persisten en muchísimas partes del mundo. He tratado de encontrar un equilibrio con el fin de conciliar el recuerdo, como parte de nuestra historia borrada, y un ejercicio de reflexión sobre las secuelas de los regímenes donde prima el adoctrinamiento y la represión", comenta el director.

Tanto Caballero como los autores del texto coinciden en señalar que lo más gratificante ha sido observar el salto de una obra pequeña a la sala del CDN: "Debería darse mucho más ese trasvase del que está muy necesitado el teatro público y el comercial. En las salas alternativas es donde están sucediendo las cosas y muchas son importantes", dice Del Moral, mientras su compañera de guiones recuerda que desde la primera vez que vio montado el texto le auguró un gran porvenir. "No quiero pecar de prepotente, pero era el camino natural de la obra por sus características", dice Fernández.

Se da la circunstancia de que en la sala Francisco Nieva del mismo teatro Valle-Inclán se está representando un trabajo de Angélica Liddel, dramaturga y actriz que proviene de las salas alternativas. Otro ejemplo del teatro emergente que se hace hueco en la escena pública.