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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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Comentarios sobre el cambio

La capacidad de absorción del papel periódico es encomiable. Cuando se ha cumplido un mes del cambio de maqueta efectuado por este diario, los números anteriores al pasado 20 de octubre parece que ya amarillean en la hemeroteca. La correspondencia recibida indica que el nuevo diseño ha sido bien acogido por los lectores, aunque no hayan faltado críticas, algunas sobre el nuevo orden de las secciones -los hábitos de lectura no se cambian tan fácilmente-, otras sobre el predominio de la ilustración sobre los textos. Bastantes lectores han preguntado por la ausencia de Máximo, dada su presencia ininterrumpida durante 31 años en las páginas de Opinión.

A algunos lectores les parece mal que un diario de referencia como es EL PAÍS haya desplazado precisamente esa sección de Opinión hacia el interior del diario, tal vez basados en el viejo principio de que lo que es más importante va antes. Uno de ellos, V. Palomares, afirma, incluso, que ahora le cuesta encontrar la sección. "Para mí era de obligada lectura, un lugar de referencia, cada vez que abría el diario", añade. "Ahora no sé ni dónde está, me cuesta encontrarlo. Se ha pasado de opinar de tres temas a dos, y está dispuesto en la página de tal manera que no se sabe muy bien si es un editorial o artículos de opinión. Creo que era un elemento diferenciador de su periódico y que el cambio, desde luego, no ha sido a mejor".

La profusión de fotografías en color y el aumento de su tamaño no responde, en opinión de otros lectores, a una voluntad de explicar mejor los hechos, sino a una intención de impresionar al lector, de competir con armas menos potentes con los medios audiovisuales en el mismo intento para llegar al mayor número de personas.

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En el fondo, los críticos esgrimen que existe una cierta banalización de los contenidos en busca de un mayor atractivo visual.

Jesús Alonso lo dice de la siguiente forma: "Como todos los lectores habituales de EL PAÍS, esperaba con intriga el nuevo formato, y la verdad es que me ha parecido que salimos perdiendo. Me explicaré: creo ser un lector prototípico, a juzgar por lo que me comentan otros amigos, y siempre he leído EL PAÍS no solamente por tener noticias de lo sucedido el día anterior (casi siempre la radio o la televisión las dan antes), sino por lo ameno y la categoría de los comentarios de las mismas, artículos de fondo, suplementos, etcétera. En resumen, leer EL PAÍS me llevaba un buen rato, y era un rato de disfrute".

"O mucho me engañan mis ojos y el reloj, o ahora, con el tipo y galeradas nuevos, nos estáis vendiendo un periódico con mucho menos contenido". Y concluye: "Lo que está claro es que me dura mucho menos".

José Manuel Calvo, subdirector que coordinó el proyecto del cambio, responde a los comentarios de los lectores.

"Ésa es una opinión muy respetable, pero hay bastantes testimonios que van en una dirección contraria. Aseguran esos lectores que tardan más en leer el periódico. Si fuera así, sería estupendo, porque ése era uno de los objetivos del cambio".

"Creo que es todavía pronto para que los lectores más fieles se acostumbren a las novedades del cambio. Creo que hacemos ahora un periódico más atractivo, de más fácil lectura, y en el que además pretendemos contar las cosas de otra manera. Pero es verdad que he escuchado algunas críticas que tienen que ver con el desconcierto que produce el nuevo orden de las secciones y con la ubicación de la sección de Opinión. En todo caso, este proceso de cambio se caracteriza porque se abrió y no se ha cerrado definitivamente. Rectificaremos lo que sea necesario".

"Sobre Máximo quiero decir que se sigue hablando con él para continuar contando con su aportación al diario".

Al margen del debate sobre el cambio, que seguirá abierto, una cuestión urgente que ha molestado a varios lectores ante los actos de violencia de grupos a los que el diario denomina antifascistas.

Jordi Guim hace una petición: "No soy experto en lenguaje periodístico, pero creo que ustedes deberían ser a menudo un poco más puristas. No entiendo por qué escriben 'grupos antifascistas', cuando muchos de los que nos tenemos por tales no participamos de lejos de la ideología de los así llamados".

Para dar la razón a estos lectores que reclaman para esos grupos violentos una denominación distinta de aquellos que luchan por la libertad, y piden que no se use el término antifascista para definir a una pandilla que da culto a la violencia, tomo prestadas de Elvira Lindo, de su columna de última página del pasado miércoles 21, estas palabras: "Si un viejo transeúnte de pasado antifascista se topa de pronto con una manifestación de estos nuevos defensores, a buen seguro que piensa 'Dios mío, ¿dónde está la policía?".

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonear al número 91 337 78 36.

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