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OPINIÓN
Columna
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De nuevo el 20-N

La conmemoración del 20-N -32º aniversario de la muerte por enfermedad de Franco, tras casi cuatro décadas de poder absoluto- tiene un ambiguo carácter: la fecha simboliza a la vez el cierre de la dictadura y el arranque de la transición hacia la monarquía parlamentaria y el régimen constitucional. El franquismo no se derrumbó a causa de una ocupación militar (como el nazismo y el fascismo en 1945), de un revés bélico (como los coroneles griegos en 1974 y la Junta argentina en 1982), de un cuartelazo (como el régimen portugués en 1974) o de la derrota en un referéndum (como Pinochet en 1988). Tras el fallecimiento del octogenario dictador, una parte significativa de las élites políticas, burocráticas, militares, económicas, sociales, eclesiásticas y culturales españolas crecidas a la sombra del nacionalcatolicismo -con el sucesor a título de Rey designado por el propio Franco a la cabeza- desempeñó un papel determinante en el desmantelamiento de la autocracia y la posterior construcción de las instituciones democráticas. Al igual que sucedería años más tarde en Europa Central y Oriental tras la implosión de la Unión Soviética, el mecanismo de la mutación no fue la ruptura, sino la reforma.

El agotamiento del prolongado ciclo histórico del franquismo deja muy poco espacio para su añoranza

El contexto de un mundo sometido a cambios vertiginosos desde 1936 obligó a la dictadura amamantada inicialmente por el fascismo a ceder de forma camaleónica ante las presiones exteriores, pero sin renunciar nunca al monopolio del poder. Tras la guerra civil ganada con la ayuda de Alemania e Italia (seguida del envío en 1941 de una división al frente oriental para reforzar a la Wehrmacht) y la brutal represión de los vencidos (ejecuciones, encarcelamientos, exilios, depuraciones), el aislamiento impuesto en 1945 por los aliados al único aliado de Hitler superviviente sería roto por los acuerdos de Franco con la Santa Sede y Estados Unidos de 1953 y el ingreso en Naciones Unidas en 1955. El obligado abandono de la autarquía económica permitiría a la España dictatorial beneficiarse de la prosperidad europea.

Esa dialéctica de continuismo político en los principios y de acomodamiento oportunista a la coyuntura internacional marchó en paralelo con grandes transformaciones internas económicas y demográficas. El desfile de generaciones y los cruces familiares borraron en parte las fronteras de la Guerra Civil; tampoco faltaron franquistas de la primera hora -como Dionisio Ridruejo- a quienes la evolución biográfica llevaría hasta la oposición contra el régimen. Tras agotar su ciclo histórico, el franquismo ha dejado tras de sí crímenes impunes, pero muy escasa añoranza. Casi el 40% de la población española ha nacido después del 20-N. Según las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas, menos del 10% de los entrevistados cree que la dictadura fuera un periodo positivo para España. La imagen de Franco se ha ido deteriorando con el paso de los años. Y los votos a favor de partidos de ultraderecha no llegan al 0,5%. -

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