Auto de fe
- Jesús y el Che. Hace una semana se dedicó en Badalona un monolito al Che Guevara. Asistió, entre pitidos, la alcaldesa Maite Arqué, la misma que rechaza que una estación de metro se llame Salut-Che Guevara. Los vecinos le reprochan no dedicar el dinero a otras cosas. La megafonía anunció la presencia de unas 20 entidades asistentes (de las que el concejal Pablo Hernán no sabe nada). Una se llama PSUC viu. Uno de los asistentes se atraganta: entiende "Jesús viu". Ni siquiera la imaginación da para tanto.
- Religión o política. Conferencia nacional del PSC. Girona. Se supone que un acto importante para el partido. Sus principales dirigentes no lo creen así. Entre el mundanal ruido de militantes pensando y el celestial del cardenalato, dirigentes de la talla de José Montilla, primer secretario y presidente del Gobierno catalán, y Jordi Hereu, alcalde de Barcelona, optaron por Roma, donde fue investido cardenal Ricard Martínez Sistach. Con ello la izquierda supera la división de las dos Españas colocándose al lado de la de "pandereta y sacristía".
- Y la luz no se hizo. El mismo fin de semana que en Barcelona debía iniciarse la iluminación navideña, el Teatre Nacional (TNC) se quedó sin luz y tuvo que suspender la función. No hay energía para tanto. Así que la ciudad tiene que elegir: o el teatro o la vida. O ninguna de las dos cosas.
- Fallos locales. Lunes 19 de noviembre: Ayuntamiento de Barcelona. Presentación de un acuerdo sobre obras ferroviarias en Sagrera. Están Jordi Hereu, Manel Nadal y Víctor Morlán. Un proyector debe mostrar la zona y las obras. Falla. Las imágenes salen en negativo y no se distinguen. Que no cunda el pánico: el Consistorio dispone de otra pantalla. Una maravilla de la técnica que tampoco funciona. En medio del caos hay alguien que se lo pasa pipa: Víctor Morlán se ríe sin disimulo. No sólo los trenes fallan en Barcelona.
- Contrición mal entendida. Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española, se disculpó el otro día por el apoyo de la Iglesia a la dictadura de Franco. Anteayer, el portavoz de la Conferencia Episcopal aseguró que todo el mundo, absolutamente todo el mundo, lo había entendido mal: no hubo disculpas ni arrepentimiento.
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