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La casa de Rubens, cosida a dardos

La restauración de una obra flamenca del siglo XVII ha permitido sacar a la luz del día un testimonio pictórico inédito de la casa que habitó Peter Paul Rubens (1577-1640) en Amberes, objeto durante tres decenios de las gamberradas de los adolescentes de un reformatorio inglés. El cuadro fue utilizado nada menos que como tablero de dardos en un centro juvenil de Buckinghamshire (Denham Centre) hasta el cierre de la institución en los años ochenta.

Aunque su tela, literalmente cosida de agujeros, fue posteriormente restaurada, la pintura permaneció en un almacén hasta su rescate por un grupo de investigadores de la National Gallery londinense, dedicados junto a otras instituciones a recuperar la historia de 8.000 obras no catalogadas y diseminadas por el país. El museo expone desde el pasado miércoles esta obra atribuida a un artista menor, Anthon Gunther, que bajo el título Courtyard at the Rubenshuis, muestra la fachada y el patio de la opulenta mansión. Si bien el cuadro data entre 1645 y 1675, cuando Rubens ya había fallecido, los expertos creen que los tres personajes que aparecen frente al portal podrían ser el propio maestro flamenco junto a su esposa e hijo pequeño. Conjeturan, asimismo, que el friso y ornamentos del frontal de la casa fueron pintados por el propio Rubens o bien por alguno de sus discípulos, aunque se remiten a un posterior y más exhaustivo estudio para confirmar ese extremo.

Los responsables de la exposición Nueva búsqueda en las colecciones británicas, en cuyo marco se exhibirá la pintura hasta el 10 de febrero, admiten las carencias técnicas de Gunther pero subrayan el enorme valor histórico de una obra que, por primera vez, muestra los diseños elegidos por Rubens para la decoración de su casa.

A la izquierda, foto del cuadro tomada con rayos X en la que se ven los agujeros que los dardos de los chicos del reformatorio hicieron en el bastidor. A la derecha, el cuadro restaurado.
A la izquierda, foto del cuadro tomada con rayos X en la que se ven los agujeros que los dardos de los chicos del reformatorio hicieron en el bastidor. A la derecha, el cuadro restaurado.
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