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'Neopujolismo', 'neorroquismo'

En el breve lapso de 14 días, los dos principales dirigentes de la federación Convergència i Unió han pronunciado en Barcelona sendas conferencias con pretensión de sentar doctrina, de trascender a la coyuntura y marcar directrices políticas a medio o largo plazo. Dada la siempre tensa relación entre ambos partidos federados y entre sus respectivos líderes, los discursos de éstos conllevaban el morbo añadido de ver hasta qué punto serían contradictorios o divergentes, y darían con ello carnaza a los rivales en el mercado electoral. Examinémoslos con algún detenimiento.

La conferencia de Josep Antoni Duran Lleida se celebró el pasado día 6 en el Cercle Financer de La Caixa y, sin carecer de elementos estratégicos, prestó más atención a los factores tácticos, no en vano su autor se juega el tipo político en las urnas dentro de poco más de 100 días. El líder de Unió Democràtica (UDC) construyó un discurso abiertamente, rotundamente neorroquista: realizó la apología de la centralidad, de la estabilidad, del pacto... y de la transición española, rechazó las actitudes rupturistas ("creo un error apostar por la ruptura", "siempre avanzaremos más por la vía del diálogo que por la de la confrontación"), hizo profesión de fe liberal ("no en el sentido de que sea y deba ser sólo el mercado el que establezca las reglas de juego, pero sí soy partidario y defensor de más libertad"), no dudó en criticar la radicalidad del Estatuto del 30 de septiembre ("llevamos el debate hacia el extremo") y deploró sin ambages "que CiU y los socialistas no se hayan podido entender para grandes pactos, (...) incluso gobernando en común". ¿Es preciso recordar que la sociovergencia fue una idea originaria de los entornos de Miquel Roca y Pasqual Maragall? La sombra de Roca fue aún más perceptible cuando Duran habló de política española. Al constatar que, en ese escenario, "el centro político está huérfano, no hay nadie que lo ocupe", parecía palparse todavía el duelo por la fracasada Operación Reformista. La aspiración a que, tras el 9 de marzo, CiU sea "muy condicionante" de la estabilidad parlamentaria en las Cortes, la voluntad de "estar, con la máxima fuerza política posible, allí donde haya intereses que defender en nombre de Cataluña" y, "por tanto, de estar en Madrid", el renovado reformismo hispánico ("no nos gusta la España actual, pero trabajamos para cambiarla") son ideas y actitudes que forman parte del acervo de quien fue, hasta 1995, el portavoz de la Minoría Catalana en el Congreso. También encaja a la perfección en ese bagaje político otra tesis clave de Duran: "Convergència i Unió no es independentista (...), no se presenta como alternativa a quien legítimamente propone la independencia para Cataluña. Y si lo hiciésemos, que no lo hacemos ni lo haremos, nos equivocaríamos".

El discurso de Artur Mas supone un ejercicio de pujolismo remozado, de 'neopujolismo'

La conferencia de Artur Mas, el martes 20, ha sido más teórica, más estratégica, propia de quien tiene aún tres años de margen antes de confrontar sus ideas con los votos. Frente a la equívoca pretensión, publicitada durante semanas, de "refundar" el catalanismo, el propio líder convergente matizó que se trataba de repensarlo, de actualizarlo, de ponerlo al día, de sacarlo de su actual "perplejidad". Y sí, es verdad que el planteamiento de Mas dio por superado al de Pujol, pero sólo en un punto, por otra parte bastante obvio: la vieja creencia de que era posible cambiar España por la persuasión y la pedagogía; "nosotros queremos transformar España en un Estado plurinacional, y ellos no quieren ser cambiados y prefieren ejercer como un Estado uninacional", sentenció el jefe de la oposición en Cataluña.

Por lo demás, y según mi impresión, el discurso de Mas de esta semana ha supuesto un brillante ejercicio de pujolismo remozado, de neopujolismo: la ubicación del líder en un plano transversal, más allá de las siglas de partido ("estima al país por encima de la ideología"); el nacionalismo personalista ("la nación son las personas antes que ninguna otra cosa"); la apelación a "los valores y las actitudes de compromiso"; el pragmatismo (cualquier propuesta debe partir "de la realidad del país que tenemos, de la Cataluña de carne y hueso", y debe marcar "horizontes posibles"); la importancia dada a "la capacidad de ofrecer oportunidades de promoción a las personas" (o sea, lo que Pujol llamaba "el ascensor social")... Las preocupaciones que Artur Mas expresó ante el fenómeno inmigratorio, ante la baja natalidad o ante la crisis del modelo educativo son algunas de las grandes dèries de Pujol desde hace medio siglo. ¡Pero si hasta las metáforas presentes en la conferencia de Mas (el faro que guía la entrada al puerto, el barco desarbolado y a la deriva, los granos de arena que, juntos, forman la playa...) fueron de la más pura estirpe pujoliana!

Al subrayar este rasgo, no pretendo desmerecer la aportación del actual líder de Convergència. Aunque algunos análisis sectarios se nieguen a reconocerlo, el pujolismo ha supuesto una concepción parcial pero compleja y bien enraizada de Cataluña, igual que -toutes distances gardées- el gaullismo lo fue de Francia; y es lógico que, como allí, su visión y su agenda persistan mucho más allá del mandato del fundador. Por otro lado, la supuesta radicalización nacionalista de Mas quedó circunscrita a un "derecho a decidir de la sociedad catalana" que se ejercería de forma gradual y en porciones: mañana contra un Estatuto eventualmente desnaturalizado por el Tribunal Constitucional, pasado "sobre qué infraestructuras queremos como país", algún día sobre el concierto económico... No es lo mismo que predica Duran Lleida, pero tampoco resulta antitético, y mantiene la ambigüedad marca de la casa.

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Estamos, pues, allá donde estábamos en tiempos de Jordi Pujol y Miquel Roca, quizá incluso en los días de Prat de la Riba y Cambó: Mas abandera el Catalunya endins, y Duran el Catalunya enfora. Es el sino estructural de un nacionalismo que, pese a todas las mutaciones, sigue anclado en su congénito vol i dol.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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