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Reportaje:32 años de la muerte del dictador

"A Franco no lo opera nadie"

El doctor Rivera rememora sus vivencias durante la hospitalización del dictador

Un año y cuatro meses antes de la muerte del dictador, Ramiro Rivera y otros tres doctores atienden a Franco de una tromboflebitis en el hospital Gregorio Marañón. En esta segunda entrega de las memorias de aquellos días, este médico recuerda la manipulación informativa del estado de salud de Franco y cómo afrontaba éste su enfermedad, manifestada tras haber estado un fin de semana viendo fútbol en televisión. A esa dolencia se unía el Parkinson

Don Juan Carlos se quejaba de que el Gobierno no le informaba de nada
El Consejo de Ministros impulsó la cesión de poderes del dictador

El día 13 fue muy tranquilo. Franco seguía evolucionando con normalidad y se notaban los efectos de la medicación para la enfermedad de Parkinson: braceaba mejor al caminar, tenía más expresividad y hablaba algo más. En este sentido, de acuerdo con los periódicos de la época que recogían las declaraciones de los ministros y las personalidades que venían a visitarlo (que salvo tres excepciones -el príncipe don Juan Carlos, el presidente [Carlos] Arias y [José Antonio] Girón- nunca accedían a su presencia), se podría suponer que hablaba por los codos. La realidad es que todos se sentían obligados al salir de la clínica y ser abordados por los periodistas a decir que lo habían encontrado muy bien, con muchas ganas de hablar e interesándose por los problemas del correspondiente departamento ministerial. (...)

A las doce [del día 14], llegó don Juan Carlos y poco después, entre las muchas visitas de personalidades civiles y militares, me abordó a solas [José] Utrera Molina, a la sazón ministro del Movimiento, con quien había tenido bastante relación cuando era gobernador de Sevilla. Quería saber (...) cómo estaba Franco realmente; una vez más me fue muy difícil explicar la diferencia entre riesgo y gravedad, pero se quedó tranquilo al señalarle que cada día que pasaba el riesgo era mucho menor. (...)

El lunes 15, en la visita que le hice a las 7.30 todo iba bien; (...) Cuando terminé, miré al paciente sonriendo y éste en un movimiento automático me estrechó la mano. Consigno este pequeño detalle que figura en mis notas, para recalcar la inexpresividad general que Franco tenía en aquellos días, en contraste con la imagen que se daba en los periódicos, y que como consecuencia aparece en muchos libros que en base a ellos se han escrito después, por ejemplo el de Rogelio Baón que incluye párrafos como los siguientes: "El optimismo de Franco no decayó. Leía los periódicos y veía la televisión... El único jubileo era el de la familia, que no lograba saciar la capacidad de conversación del paciente...".

(...) Quizás lo único digno de mención es que este último día [el 17], el Dr. Cristóbal Martínez-Bordiú sin dar ninguna explicación retiró su máquina de circulación extracorpórea y el equipo que había de manejarla. (...)

El día 19, (...) en nuestra presencia [Franco] tuvo náuseas y devolvió contenido gástrico con coágulos de sangre. (...) [Esa hemorragia gástrica] desencadenó una enorme conmoción en los ambientes políticos. La clínica se llenó de autoridades, comenzando por el presidente del Gobierno, el de las Cortes y siguiendo por la totalidad de los ministros. Todos querían saber si Franco se estaba muriendo, y cuando les decías que no, que se trataba de una complicación, pero que con toda probabilidad se iba a superar, acudían a preguntar a otro médico, convencidos de que no les habías dicho la verdad. (...)

Al día siguiente, no hubo cambios clínicos en el paciente, pero en torno a él se desató una gran tormenta política y familiar. Parece que por tener que firmarse una declaración de principios con el Gobierno de los Estados Unidos, en el Consejo de Ministros que presidió el vicepresidente [José] García Hernández, se había tomado la decisión de solicitar a Franco que cediera sus poderes al Príncipe don Juan Carlos. Lógicamente el presidente Arias Navarro era el encargado de decírselo. La discusión del día anterior con Martínez-Bordiú se había debido a que éste se oponía, pero Arias consiguió la colaboración del [doctor] Vicente Gil, que fue en realidad quien entró a decírselo.

El día 21, cuando fui a ver al enfermo me encontré con algo que ya temía: la pierna aparecía hinchada en su totalidad, estaba muy caliente y había reaparecido la circulación venosa colateral; era evidente que se había producido una retrombosis, y que el riesgo de embolia pulmonar era muy alto. Expuse a los otros médicos la conveniencia de hacer una interrupción venosa a nivel de cava mediante la colocación de un filtro de Mobin Udin, y ellos estuvieron de acuerdo, por lo que decidimos planteárselo a Martínez-Bordiú y al presidente del Gobierno. A las dos de la tarde nos reunimos y la respuesta de Cristóbal fue tajante:

- "A este señor no lo opera nadie".

Como se había suprimido la administración de Sinemet los síntomas del Parkinson se habían vuelto a hacer más evidentes: resultaba muy difícil conseguir que el enfermo caminase braceando con normalidad y se había acentuado su inexpresividad. Sin embargo, los visitantes, que no llegaban a verlo, seguían haciendo declaraciones a los periódicos sobre la multitud de cosas que les había dicho Franco. A mí me indignaba pensar que tenía contacto a diario con la persona que había regido los destinos de España durante 38 años y no le escuchaba más que monosílabos.

(...) En las [visitas] que habitualmente por la tarde le hacíamos conjuntamente los cuatro médicos, tanto Ricardo Franco como [Francisco] Vaquero trataban sin éxito de darle conversación. Sólo en una ocasión, que yo recuerde, respondió. En Portugal, había habido un golpe de Estado, y en aquel momento nadie sabía cómo iba a evolucionar la situación, por lo que Ricardo le preguntó:

- "Mi general, ¿está usted enterado de lo de Portugal?, ¿no cree que allí se va a armar una muy gorda y va a correr mucha sangre?".

Franco se quedó un rato callado mientras todos le mirábamos expectantes, y después dijo:

- "No lo crea, los portugueses son muy cobardes".

La Revolución de los Claveles acabó con 40 años de dictadura sin que hubiera víctimas.

El día 27, Ricardo Franco me informó de que se habían concretado los rumores que corrían, sobre la constitución por parte de Martínez-Bordiú, de un nuevo equipo médico que debía sustituirnos. (...) Poco después llegó el nuevo equipo. (...) Les explicamos el proceso con todo detalle y les mostramos los últimos estudios, tras lo cual fueron a ver a Hidalgo y le dijeron que se negaban a hacerse cargo del enfermo. (...)

Ricardo Franco y yo fuimos inmediatamente a ver al Príncipe. La entrevista en La Zarzuela se desarrolló en un clima de confianza que a mí me sorprendió. (...) Nos contó [don Juan Carlos] que él (...) no quiso aceptar la transmisión de poderes hasta estar seguro de que Franco estaba de acuerdo. Señaló que se encontraba en una posición muy incómoda, ya que habían echado sobre él toda la responsabilidad teórica, pero ni el presidente, ni los ministros le informaban de nada, mientras que se pasaba el día tratando de ver a Franco. No sabía lo que iba a durar, y Franco no le había dicho si pensaba o no retomar los poderes.

En fin, yo salí muy confuso de la larga entrevista, porque la franqueza y la sencillez del Príncipe me parecieron muestras de una ingenuidad preocupante en quien iba a tener que lidiar con los políticos y militares que aquellos días yo estaba conociendo. (...) El día 29, requerimos un notario para que levantase acta, y en su presencia firmamos el informe [de alta]. El día 30 de julio a las 10.30 de la mañana, entré a solas a despedirme de Franco; fue lacónico como siempre. (...)

Poco después empezaron a aparecer libros sobre aquella primera enfermedad (...). La causa de la flebotrombosis (...) ha dado lugar a múltiples hipótesis (De la Cierva dice en Franco: La Historia que la tromboflebitis se debía a la presión de la caña de pescar sobre la ingle), pero (...) la causa más probable (aunque imposible de demostrar) fue la permanencia sentado en un asiento bajo, un largo fin de semana, viendo en la televisión los partidos de fútbol de la fase final del Campeonato Mundial. (...)

El tema de la enfermedad de Parkinson ha sido también motivo de numerosos comentarios y conjeturas, más por el empeño oficial en ocultarla que porque hubiera dudas respecto a su existencia o tratamiento.

De la "primera enfermedad", tras correr un alto riesgo de sufrir una embolia pulmonar, Franco salió como había entrado: con su enfermedad de Parkinson y con su vejez.

Francisco Franco, aún convaleciente, y su esposa, Carmen Polo.
Francisco Franco, aún convaleciente, y su esposa, Carmen Polo.

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