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Columna
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Cuidado con el toro

En tiempos de la lejana transición, cuando todavía quedaba sitio para la imaginación ilimitada y faltaba un trecho para que la derecha carpetovetónica descubriese la provechosa relación entre el Estado autonómico y la prosaica capacidad de hacer caja, una universidad de verano a los pies del Canigó amaneció repleta de carteles, en los que sobresalía la pregunta que, traduzco al cooficial, aventuraba: ¿Y cuando tengamos autonomía, las porras serán de algodón? Acostumbrados a saltos, carreras y uniformes grises a juego con el tardofranquismo al que tanto deben algunos de nuestros más preclaros líderes, resultaba difícil calibrar cómo se presentaría en sociedad la versión amable y cívica de los entonces llamados cuerpos represivos. Pues bien, en Cataluña los Mossos d'Esquadra lucen alpargatas cuando van de gala, y en Euskadi la Ertzaina corona el uniforme de sus vascos y sus vascas con boina roja. Las porras no son de algodón. En ningún caso, como ya deben haber apreciado los alborotadores de ambas parroquias. Pese a la poquedad que proyecta el vigente Estatuto de Autonomía, acaso fruto de las prisas o de la letra del himno: siempre ofrendando, cuando no glorias, solares, lo cierto es que en ese texto idolatrado figura la previsión de alistar una suerte de policía con uniforme ajustado al hecho diferencial. La creación y dotación de dicho cuerpo iría en consonancia con las aspiraciones del Gobierno valenciano, puro quejío, que no cesa de afearle a su adversario político la poca inversión en seguridad. Por el contrario, la parte contratante de la segunda parte asegura quintuplicar la cifra del régimen anterior, cuando el empleado de Murdoch ejercía de líder mundial. Tengan cuidado ahí afuera.

De manera que con ayuda de los nuevos planes académicos y la considerable afición derivada de las teleseries con forenses, ya avistábamos a la policía autonómica presta a capturar delincuentes -también encorbatados-, atajar redes de pederastia, investigar delitos y esclarecer misterios como el de aquel homicidio del que fue víctima hace ocho años una señora que se llamaba Ewa Striniak. Suceso aún por resolver, que no obstante inspiró dos novelas a otros tantos reconocidos escritores valencianos. Algo es algo.

Pues va a ser que no. Serafín Castellano, que esta temporada es consejero de Gobernación, ha despejado dudas sobre el modelo policial valenciano. Nada que ver con los mossos, ertzainas ni serenos. No es por las alpargatas, ni por la boina colorín. Es que tampoco habrá que licenciarse en criminología para llegar a lo más alto del escalafón. La unidad en cuestión se encargará de la vigilancia del metro, de los centros de mayores y de las plazas de toros. Que a falta de ulteriores explicaciones para acallar maledicencias significa, un suponer, que velarán para que nadie ajeno a la empresa se lleve los vagones de la línea 2, las fichas del dominó en los centros de la tercera edad y ¿en las plazas de toros? Si falla el diestro y el morlaco intenta huir, le darán el alto o le ordenarán disolverse, antes de proceder a su disolución. Como en tiempos de la multicopista.

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