La violencia como espectáculo
- No creo que a nadie se le escape el detalle de que vivimos en una sociedad que tiende a banalizar la violencia. Por si quedara alguna duda, me permitirán tres recomendaciones que nos ayuden a reflexionar sobre este asunto. Para empezar, un libro espléndido que nos muestra una visión -un poco macabra, si ustedes quieren- de esta ciudad mía, esta ciudad nuestra, que nos ha tocado en suerte. Se trata de L'Espectacle de la pena de mort (La Campana), de Joan de Déu Domènech, que nos propone una serie de itinerarios por el pasado más oscuro de Barcelona. Visiones de otra época de nuestras calles, en las que se alzaron en su día picotas, garrotes viles, hogueras, cadalsos y toda clase de herramientas para destripar, despanzurrar y educar deleitando al populacho. La muerte como bárbaro espectáculo, celebrada con ruidosa pasión por un público que acudía como quien asiste a una final de la Copa de Europa. Llevándose a los niños, los refrescos y, a veces, hasta las sillas de casa, para no perder detalle.
- La segunda reflexión sobre esta cuestión se encuentra en la galería Iguapop de la calle del Comerç, donde uno de los máximos exponentes del llamado surrealismo pop -el chileno Víctor Castillo- nos propone una mirada inquietante sobre la crueldad catódica. La exposición Explicit Lyrics, con una estética que bebe por igual de Disney que de Anthony Burgess, nos acerca a un universo malsano. De niños que graban el maltrato en sus móviles, como si se tratara de una serie de dibujos animados. A través de esta colección de lienzos y grabados antiguos modificados -acompañados de una instalación escultórica-, el autor desvela el explosivo cóctel que surge de combinar la infancia con juegos o historietas de contenido agresivo. Tan real, como estéticamente sugestivo.
- Para acabar, una propuesta que se promociona por sí misma, calificada ya como uno de los grandes acontecimientos de la temporada teatral. Por supuesto, me refiero a la versión escénica de la obra póstuma de Roberto Bolaño -la descomunal 2666-, adaptada por Álex Rigola y Pablo Ley. Ante todo, un ejercicio voluptuoso -que roza lo magistral a lo largo de sus cinco horas de duración- en torno, entre otras muchas cosas, a los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. Aquí, la violencia es utilizada para trazar un retrato, sombrío y desesperanzado, de la cotidianidad indiferente con que nos relacionamos con ella.
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