Tabasco, un lago interminable
Los coches y las calles han dejado de existir en Villahermosa, capital del Estado mexicano, mientras la población vive en refugios provisionales
El coche ha desaparecido como medio de transporte en amplias zonas de la ciudad de Villahermosa, capital del Estado mexicano de Tabasco. Lanchas motoras, barcas a remo y vetustos cayucos surcan las aguas que cubren las calles, hoy convertidas en canales como si de Venecia se tratara. Las peores inundaciones que se recuerdan en este Estado mexicano, acostumbrado a vivir con el agua al cuello, ha dejado a cientos de miles de damnificados que lo han perdido todo. Desde el aire, Tabasco es un lago interminable. El aeropuerto está rodeado de agua y las pistas están repletas de helicópteros, militares y civiles, que transportan ayuda a las numerosas comunidades que llevan días aisladas.
"Creo que lo he perdido todo: el 'refri', la estufa, la cuna para el bebé"
El presidente Felipe Calderón promete 400 millones de euros en ayudas
La entrada en la ciudad es caótica. Las colas de vehículos no tienen fin en las calles transitables. Dicen sus habitantes que el nivel del agua ha descendido considerablemente, pero las zonas bajas siguen anegadas. En un concesionario de Toyota, decenas de vehículos y camionetas están prácticamente sumergidos. Lo mismo ocurre con los postes de gasolina de una estación de servicio. El Museo de Arte e Historia, la biblioteca, la pinacoteca, el paseo peatonal junto al río Carrizal, están bajo las aguas. Los barrios populares siguen totalmente inundados.
Los habitantes de Villahermosa recuerdan bien las consecuencias de otras catástrofes, especialmente la de 1999. "En aquella ocasión la inundación no distinguió entre ricos y pobres. Golpeó a todos", comenta la periodista Aida Castillo. En la década de los cuarenta el río Grijalva se desbordó y se tragó buena parte del centro histórico. Esta vez, el agua ha vuelto al corazón de la ciudad. "El agua tiene memoria", dice convencida Castillo.
Estela Jovita Sánchez tiene 15 años y dentro de dos o tres días será mamá de una niña. Espera en un refugio habilitado para mujeres embarazadas en la Facultad de Medicina, junto al Hospital de la Mujer. Fue evacuada de su casa en Gaviota Sur, a la orilla del río. Cuenta que el agua ya le llegaba a la cintura. La Marina sacó a toda la familia en un camión-oruga. No tiene idea de cómo quedó su casa. Es más que probable que haya perdido todo: "La estufa, el refri, la cuna que habíamos comprado para el bebé, ropa".
En el mismo albergue se recupera María del Carmen Sereno, 26 años, que tuvo su segundo hijo, Luis Ángel, el pasado 3 de noviembre. Vivía en un barrio a una hora del centro de la ciudad. Se fue la luz. En cuestión de horas el nivel del agua subió de manera alarmante. Apenas tuvieron tiempo de llevarse unas bolsas con algo de ropa. "Para mi bebé sólo pude coger una sabanita, nada más". Hace tres días, el marido fue a ver cómo estaba la casa. "Todavía hay mucho agua. No pudo llegar hasta la casa, porque no hay paso".
Carmen recuerda haber pasado mucho miedo. "Llevábamos dos días que el agua subía, el río se desbordó y cuando se comió la carretera lo vi muy mal. Nadie podía salir. Temí por mi bebé". En la lancha ya sentía contracciones. En la oscuridad, el río crecido arrastraba de todo, y el motor se paraba cada dos por tres. "Lo que más temía era salir de mi casa de noche, y tuve que hacerlo cuando no veía nada". Dos días después, nació Luis Ángel. Se adelantó, porque lo esperaba para el 15 de noviembre.
El gobernador, Andrés Granier, asegura que el 80% de Tabasco está inundado y que cerca de un millón de personas, la mitad de la población de todo el Estado, padece los efectos del desastre. Oficialmente no ha habido ningún muerto. Puede que la cifra sea algo exagerada, como asegura Marco Rosendo Medina, director del diario La Verdad del Sureste. "Son datos artificiales, sin sustento, para recibir ayuda urgente del Gobierno federal con el Fondo Nacional de Desastres (Fonden)". Más allá de la imprecisión de las cifras que barajan las autoridades no hay duda de que Tabasco vive una catástrofe sin precedentes.
El presidente Felipe Calderón ha prometido una primera partida de 7.000 millones de pesos (algo más de 400 millones de euros) para la reconstrucción, y está teniendo un papel activo. En 10 días ha visitado Tabasco en cuatro ocasiones, ha aparecido ante las cámaras repartiendo ayuda humanitaria o con una pala en la mano y ha cancelado el viaje a Santiago de Chile, donde hoy comienza la XVII Cumbre Iberoamericana.
Los daños se han extendido al vecino Estado de Chiapas, donde las intensas lluvias provocaron el derrumbe de una montaña sobre el río Grijalva, el mismo que se desbordó en Tabasco. Una ola gigantesca de lodo sepultó un centenar de viviendas del poblado Juan Grijalva, de 150 habitantes. Hasta ahora se han recuperado seis cadáveres, y más de 20 vecinos siguen desaparecidos, probablemente bajo las aguas turbias del río.
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