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Columna
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El móvil del crimen

Los primeros interrogados por el asesinato del alcalde de Polop habían tenido con Alejandro Ponsoda desavenencias urbanísticas. Noten que de un tiempo acá hemos acuñado en la crónica negra una nueva modalidad de motivación para el crimen: la que tiene que ver con parcelas y caminos, recalificaciones y pelotazos, que inspiran o perpetran los ladrones y traficantes de vaguadas y colinas.

Por supuesto que siempre existieron las broncas por la tierra, pero eran estas como más familiares y vecinales, pendencias por heredar cuatro algarrobos o tras comprobar que una linde había sido movida tres palmos más acá. También podía tratarse directamente de querellas entre colonizadores y aborígenes, o entre terratenientes y grandes señores enzarzados en frecuentes y crueles guerras en las que (por cierto) quienes más morían eran los desposeídos siervos de la gleba. Tiempo atrás, sin duda, había más épica.

Vemos que en este rincón de La Marina las pesquisas siguen el manual del buen investigador, una de cuyas primeras obligaciones es buscar el móvil. No el teléfono, sino la razón (sinrazón) que ha podido llevar a alguien a apretar el gatillo contra un hombre desarmado. Porque están los móviles paranoicos de Lacan y las hermanas Papin; y el xenófobo, el sexual, el político, el de venganza, el pasional o machista, el de robo o codicia... También hay matanzas con causa olfativa, como las de El Perfume, y Carvalho llegó incluso a encontrar alguna literaria.

Raymond Chandler, Agatha Christie, Juan Madrid, Donna Leon, Vázquez Montalbán y Erle Stanley Gardner siempre han puesto a sus sabuesos, rápidamente, a escarbar en las posibles claves, aunque a veces consta en los anales del crimen que no ha sido fácil dar con los pretextos que pueden empujar a algunos a cruzar la delgada línea roja: ¿Quién tirotea a dos jóvenes payasos colombianos en plena pista del circo? ¿Qué empujó a aquel parado japonés a asaetar hasta la muerte a su amantísima madre?

Escribo con antelación, y quizá cuando lean esto se sepa algo más sobre las investigaciones que arrancaron en Polop por la pista urbanística, concepto que ha irrumpido recientemente en la casuística criminal, y no sólo aquí. No hace nada el BNG denunció que la quema del coche de uno de sus ediles en Nigrán tenía como objeto amedrentarle para que dejase de denunciar actuaciones irregulares de una empresa en un depósito de escombros.

Aún más reciente está el episodio protagonizado por el cliente de una inmobiliaria de Elche, que hirió a un empleado con una escopeta antes de salir "blasfemando", según las agencias informativas (aunque este sería un crimen de raíz inmobiliaria, prima hermana de la urbanística).

En algún sitio he leído que Polop, este pueblo conmocionado, si pudiera votar elegiría que el origen de la tragedia sea sentimental, más cálido y a la postre ferozmente humano. Y no alguno que tenga que ver con viales y con los muchos PAI que acechan en el horizonte.

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