Clamores, la historia junto a un piano
La sala de jazz, flamenco y música en vivo cumple 25 años
La música en vivo en Madrid tiene nombres. Uno de ellos, Clamores, es el de un arroyo que circunda el Alcázar de Segovia y vierte sus aguas al Eresma, tributario del Duero que se adentra al Atlántico. Al otro lado del océano, en el barrio neoyorquino de Greenwich Village, el leonés Germán Pérez (Alija del Infantado, 1950) marchó a hacer su América y allí conoció el jazz grande, al que le había aficionado un amigo durante la mili. Regresa a Madrid y, en 1981, varios segovianos amigos deciden llamar Clamores, como el cantarín riachuelo, a una sala con vocación jazzística en la calle de Alburquerque, junto a la plaza de Olavide.
La sala acaba de cumplir sus primeros cinco lustros musicales y abre, desde entonces, 364 días seguidos de cada año, "a excepción de la Natividad del Señor", precisa Germán Pérez. Anoche abrió sus puertas de par en par para festejar ante centenares de invitados -hombres del jazz como Alejandro Reyes, creador del festival del San Juan Evangelista, o Claudio Cifuentes, Cifu- que su solera le permite ya formar parte inseparable de la historia musical de Madrid. Así lo subrayó José Luis Rodríguez Zapatero en la salutación enviada anoche a Germán Pérez, que leyó en la misiva del presidente del Gobierno su evocación "a todos cuantos en Madrid trajeron la libertad, la tolerancia y la ilusión desde lugares como el vuestro, que son cultura".
Jazz, el flamenco, música cubana, la de autor, el pop y el humor -anoche ejercitado con desenvoltura por Mago More- comenzaron a tachonar sus noches, paliando a su manera la ingratitud de una ciudad sufriente como Madrid, por el fragor incesante del ruido.
Germán Pérez reconoce "haber emprendido siempre negocios románticos". ¿Románticos? "Sí, de esos bonitos pero que no dan mucho dinero", explica. "Ganamos para vivir y un poquito, no mucho, más", confiesa. Escuchar música viva y una copa cuesta ahora en Madrid a partir de 15 euros.
"Por la calle de Alburquerque han pasado más de 20.000 intérpretes", dice, entre ellos los principales instrumentistas de jazz que han recalado en España, como Joe Henderson, Johnny Griffin, Terence Blanchard... Y algunos autóctonos, como Pedro Iturralde, el inolvidable Tete (Vicens) Montoliú (Barcelona 1933-1997) y Jayme Marqués. También estrellas de la estatura de Joe Cocker o Dona Hightower, así como Compay Segundo, Omara Portuondo, la Vieja Trova Santiaguera o Eliades Ochoa.
Títulos de tan grandes músicos figuran en la edición especial XXV aniversario de dos CD emitida para la ocasión, que incluye también figuras hoy tan punteras del jazz como Jorge Pardo; del flamenco, como El Cigala, o Chano Domínguez, quien debutó en la sala cuando su nombre no brillaba tanto como hoy.
"Recuerdo noches tan memorables como cuando Richard Bona logró una compenetración total con el público", evoca Germán Pérez con la suave emoción de la nostalgia. Meses atrás, un homenaje a la desaparecida sala La Mandrágora, que en Cava Baja y con Enrique Cavestany al timón pilotó música viva gestada en Madrid durante la transición -Sabina, Krahe y Alberto Pérez-, halló en Clamores su mejor escenario. A muchos forasteros y madrileños, saber que en el centro de la ciudad, a la caída de la tarde, suena siempre un piano, un saxo o una guitarra y vibra una voz en una sala que puede llamarse Café Central, Galileo Galilei, Popular, Segundo Jazz o Clamores les conforta tanto como evocar la libertad, la misma que tiene morada en la música.
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