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Bélgica llega a los 149 días sin Gobierno y bate su récord

Andreu Missé

Los belgas sobrellevan con absoluta flema 149 días sin Gobierno. Mejor dicho, sin nuevo Gobierno. En este largo ínterin, el país sigue administrado por el Ejecutivo que perdió las elecciones, el pasado 10 de junio, presidido por el liberal Guy Verhofstadt, que se encarga de los "asuntos corrientes". Se trata de un concepto muy elástico que prácticamente abarca todo lo que haga falta. El récord de vacío gubernamental lo ostentaba Jean-Luc Dehaene, que entre 1987 y 1988 precisó 148 días de negociaciones para formar su equipo.

El cristiano-demócrata flamenco Yves Leterme logró una clara victoria en junio, aliado con los nacionalistas de su región con un programa radical, que exigía una profunda reforma del Estado. En esencia, quería muchas más competencias para Flandes, y consecuentemente para Valonia, lo que implicaba vaciar de contenido al Gobierno federal, que chocaba seriamente con los valones. Así, Bélgica, que inició su andadura federal en 1970, se convertiría en un Estado confederal.

La reforma del Estado

Leterme intenta alcanzar un acuerdo a través de la coalición naranja-azul, en la que participan los cristiano-demócratas y liberales francófonos de Valonia. En total suman 81 escaños, una confortable mayoría para formar Gobierno, en un Parlamento de 150 escaños, pero insuficiente para realizar la prometida reforma del Estado, que requiere en muchos aspectos los dos tercios de la Cámara. Durante estos cinco meses, los líderes de la coalición han logrado acuerdos en materias importantes como justicia, inmigración, empleo, policía, función pública o medioambiente.

Quedan los aspectos más espinosos: la reforma del Estado y el presupuesto. En el aspecto institucional, el asunto más crudo es el distrito electoral de Bruselas. Este territorio, que está formado por las 19 comunas de Bruselas ciudad y por 35 de sus alrededores, todas ellas dentro de Flandes, constituye una notable excepción en la estructura política belga, caracterizada por la división territorial según unos criterios lingüísticos.

A diferencia del estatus de monolingüismo de Flandes (neerlandés) y de Valonia (francés), en el distrito de Bruselas los ciudadanos pueden votar a sus candidatos tanto flamencos como valones y ser juzgados en su propia lengua.

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