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Columna
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¿Banquillo o socavón?

Si yo fuera socavón me lo pensaría dos veces antes de ir a Barcelona. No me pregunten por qué. Ni yo mismo lo entiendo porque soy más bien un hombre, digo, un socavón de cercanías. Como no sé conducir echo mano muchas veces del tren ya sea para ir cerca o lejos. Aunque a tanto no me atrevo, quiero decir a ir a Barcelona. Llámenlo temor a las muchedumbres o a la notoriedad, porque parece que los socavones nos estamos poniendo de moda. Y me fastidia. Vayas donde vayas te asaltan los del micrófono y ya estoy harto de contestar que no tengo nada que decir, que soy un socavón muy corriente.

Llevamos una vida sencilla y bastante ordenada. Entre nosotros es muy difícil que se rompan lazos, porque, a ver, ¿cómo se podría divorciar un socavón de otro socavón? Pues eso. Otra cosa es si me hubiera tragado a Zapatero cuando dicen que estuvo rodeado por mis colegas. Pero no nos atrevimos. A tragárnoslo, claro. Y como les digo tragármelo yo, digo que podría habérselo tragado mi primo que sabe mucho de física y de otros agujeros, por ejemplo, el de ozono. Creo que me van entendiendo. Los socavones somos gente tranquila, nacemos, nos multiplicamos un rato -si hay un AVE por la zona- y luego desaparecemos. Nos tapan. Y, por supuesto, una vez que ya no somos, no pueden enterrarnos.

Parece que los socavones nos estamos poniendo de moda

Hemos probado a incinerarnos pero resulta muy costoso; parece que sólo puede conseguirse en el espacio profundo y mediante la implosión de estrellas. El resultado es un socavón celeste o agujero negro. Sí, una pasada, pero cuesta un ojo o agujero de la cara y no podemos permitírnoslo. Sobre todo los socavones corrientes. Los catalanes son otra cosa. No se llaman José Luis.

Exacto, la vida es breve, sobre todo la de un socavón, y tratamos de vivirla a tope, o sea con mucho fondo y mucha superficie. Aunque a veces nos entra la murria. No somos nada. Porque somos eso, vacío, vacío estricto. Así que he preferido refugiarme en mi agujeridad. Dicen que uno crece si aprende de sus fracasos. Y me da que yo podría crecer mucho. ¡Que se prepare Ibarretxe! Parece ser que nos lo está disputando un banquillo, y no tenemos precedentes ni jurisprudencia sobre las relaciones entre banquillos y socavones. Además, resultaría raro.

Yo sé que nuestro lehendakari tiene experiencia en baches, porque es ciclista, aunque no lo creo preparado para la vida dentro de un socavón. Ya les digo, negrura y vacío, desaparición, eclipse. Sería como si Ibarretxe emprendiera uno de sus viajes a México o Tegucigalpa y le tomaran por un viajante. Ojo, no digo que a lo mejor no sea eso, un simple viajante, sino que no le gustaría que le tomaran por nadie. ¿Cómo te llamas? Nadie, y luego se ríen los demás cíclopes. No, seguro que no le gustaba desaparecer en un socavón. Otra cosa es que nos gustara a nosotros recibirlo. Porque si es lehendakari de todos los vascos, también lo sería de los socavones. De los socavones vascos, se entiende. Y si el jefe de todos los vascos y vascas -socavonas incluidas- nos cae dentro, igual tendríamos que llamarnos zulo. Y por ahí no paso, porque los zulos tienen muy mala prensa. Además, no se han hecho a sí mismos, los han hecho para almacenar todo tipo de porquerías: explosivos, armas, propaganda política, etc. Sin contar con que a lo mejor también te cae dentro un borracho. Porque lo que pasa es que la banda está borracha, está borracha. Y tratas de quitarte de encima el borracho y caes en un banquillo, donde a lo mejor también está Ibarretxe. Y te encuentras como al principio, metido en un soberano lío.

Por si acaso, yo estoy haciendo los papeles para hacerme agujero de calcetín. Otra vida, ni punto de comparación... Hasta te permite burlarte de muchos políticos. Cuando se quitan los zapatos y se quedan con el tomate al aire el personal disfruta mucho. ¡Seré so cavón!

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