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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Agresiones visuales

Mercè Ibarz

Había logrado no ver las imágenes de choque de estos últimos días, que ya son demasiados de agresiones visuales colectivas. No las compararé con las agresiones físicas y éticas que sufrió la joven del tren, no, no lo haré, ni con las agresiones cívicas que desde hace ya dos semanas sufren tantos ciudadanos en tren, autobús, coche, o en el mercado de Sants, pero que no compare no me evita sentir que la variedad de las agresiones visuales es impune. Por más que me haya negado a ver imágenes del tren o de los socavones en las obras ferroviarias para preservarme de lo que intuía que es difícil de hablar, no hay manera. La intimidación de las imágenes está por todas partes, está en la calle.

En el centro de Barcelona, en un radio bastante amplio, banderolas colgadas de los árboles no dejan en realidad que respiremos entre el asfalto y el piadoso verde de las ramas. Son banderolas de publicidad, en la mayoría de los casos de rango institucional, a menudo del municipio, incitando a ir a la playa en verano, al teatro en invierno, a esto, a lo otro o a lo de más allá. Como si todo fuera siempre un tiempo electoral, que así deben de considerarlo los responsables del asunto. En vez de ver los caretos de los políticos -y algunas políticas- que se presentan en este sitio o en el de más allá, vemos las caras de gentes que dicen ser un vecino bohemio, una vecina interiorista bien dispuesta y con pinta cursi o un sobrino incordiante que estará dispuesto a acompañarnos al teatro. Seguro que no hace falta que me extienda ni en detalles ni en ejemplos, ustedes mismos los habrán advertido y considerado en más de una ocasión.

O tal vez no. Tal vez a todos nos parece de lo más lógico que las calles estén tomadas por imágenes y encima institucionales, o bancarias.

No acaba aquí la cosa, no. Las imágenes de empresas privadas, las de la publicidad de alto voltaje, éstas ya son omnipotentes. Lo que había logrado evitarme estos días sin ver la tele ni las webs de los diarios me ha caído encima este puente simplemente con ir andando por la cuadrícula del centro de la ciudad. En el cruce de València con el paseo de Gràcia, en el mismo chaflán, una valla enorme, inmensa, escupe a los ojos una cara asimismo enorme, inmensa y muy agresiva. Lo miro y no lo creo. ¿Cómo puede ser? ¿Con qué derecho? Al parecer, es una marca de zapatillas deportivas la que ha tenido la idea, según veo en un logo. Leo, en catalán, que debe de ser una lengua que permite tolerar mejor las agresiones, algo así como "persones en cadascun". Intrigada, cruzo el paseo y voy al otro lado del chaflán, donde puedo ver en todo su apogeo la cara del mismo tipo, pero ahora amable y cariñosa. Las dos caras están frente a frente (enormes, inmensas, ya lo ven en la foto) y la frase entera reza: "Hi ha dues persones en cadascun".

¡Sopla!, el tema del doble, la doble personalidad, en el paseo de Gràcia.

Esto que escribo es sólo una crónica, una instantánea de estados de ánimo de la ciudad. ¿Qué añadir?, bastantes historias tenemos entre manos y mejor sería que nos pusiéramos a ver qué se puede hacer en el inframundo de las infraestructuras y qué de bravo surge de las crisis en las que andamos metidos. Ya sé que el tipo de la valla, Thierry Henry, es un futbolista de oro, y razones habrá para que represente el tema del doble precisamente aquí y en estas semanas. Si razones hay, las dejo para los analistas de los grandes fastos y boatos del quehacer mediático, yo me quedo en el asfalto. Rescato de ahí otra imagen reverente: el año pasado, en la plaza del Rei, una valla hermanaba Audi y Gaudí impidiendo ver nada del historiado rincón. Y todos tan anchos.

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