Colecciones privadas
- Muy cerca una de la otra, hay dos fundaciones de Barcelona que exhiben fondos de arte privados. La Fundació Suñol (paseo de Gràcia, 98, www.fundaciosunol.org, entrada: 4 euros), abierta al público desde el pasado abril, constituye un verdadero iter por la sensibilidad del empresario Josep Suñol, un hombre que no quiere salir en la foto para que no nos distraigamos de lo que está claro que debe ser el objetivo fundamental de la visita: compartir la pasión de coleccionar arte de las vanguardias española y, en menor medida, italiana y norteamericana del siglo XX, una pasión cultivada desde la década de los setenta y que sigue en activo; el señor Suñol acude cada jueves -día en que la fundación cierra al público- para revisar la exposición. Una exposición que se inicia con un objet trouvé, un viejo zapato colocado sobre un pedestal, sin mayores explicaciones, y a mí me divierte pensar que tal vez sea una vieja bota del señor Suñol que quedó abandonada en este piso del paseo de Gràcia en el que transcurrió su juventud. Los espacios son blancos impolutos, no hay cartelas junto a los cuadros -algo incómodo, pues obliga a consultar la guía-, pero es que, me aclara una guía, el señor Suñol no quiere que absolutamente nada se interponga entre el espectador y la obra. Viajamos así de Warhol, Picasso, Miró y Man Ray (espléndida serie de retratos) hasta Palazuelo, Millares, Canogar, Saura, Ràfols Casamada, Hernández Pijuán, Cuixart (desaparecido esta semana a los 82 años), Muntadas, Arranz Bravo, Bartolozzi, García Sevilla y Amat, entre otros. Hay además un espectacular Barceló africano, Le bal des pendus, de 1992.
- Justamente, muy cerca de allí, en la Fundación Francisco Godia (València, 284, www.fundacionsgodia.org, entrada: 4,50 euros), se expone Barceló a les col.leccions privades de Barcelona, un recorrido por la obra del artista de Felanitx desde principios de los ochenta, cuando se estableció en Barcelona, hasta el año 2000, con una espléndida selección de la época de Malí -peces, mujeres de vestidos de colores, tierra seca, animales colgados- y de las esculturas de cerámica de mitad de los noventa. Visita imprescindible para seguidores de Barceló, pues cuando se desmonte, las obras volverán a sus respectivas colecciones privadas y es poco probable que vuelvan a encontrarse nunca más. Por fortuna quedará el catálogo (35 euros), muy bien editado y en el que escribe entre otros Pere Gimferrer.
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